---- Capítulo 01 Hoy es la quincuagésima segunda vez que intento casarme con Leandro Fuentes. Esta vez no invité a nadie. Los únicos presentes fueron nuestras familias. Yo, con fiebre alta, seguía de pi la ceremonia con el director general del evento, pero é| ni siquiera se molestó en mirarme a los ojos. , revisando los últimos detalles de Mientras tanto, en el camerino del novio, Leandro estaba arrodillado masajeándole la pierna a Clarisa Guzmán, su joven pasante, que habia Ilegado a toda prisa con el tobillo torcido. Mis padres, al ver la escena, no paraban de negar con la cabeza, decepcionados. -Miírate... Después de tanto esfuerzo, zalguna vez é! ha demostrado que realmente le importas? Todo el mundo sabía cuánto significaba para mí esta boda. Lo mucho que anhelaba que saliera bien. Pero cuando ya era casi la hora de iniciar la ceremonia, Leandro volvió a hacer lo de siempre: cancelar todo a último minuto. Corrí al pasillo principal para buscarlo, pero él me interceptó antes. -EI tobillo de Clarisa sigue mal, tengo que Ilevarla al hospital -me dijo con total naturalidad-. Esta boda también se cancela... pero te lo juro, la próxima vez no me iré. ---- Dicho esto, y sin esperar respuesta, se soltó de mi mano, ayudó a Clarisa a subir al asiento del copiloto y se marchó sin mirar atrás. Llevamos cinco aios juntos. Y hoy es la quincuagésima segunda vez que cancela nuestra boda por culpa de Clarisa Guzmán. Si esto hubiera pasado antes, seguro habria estallado, gritándole por qué siempre se iba en medio de nuestra ceremonia Pero esta vez no. Me quedé quieta y simplemente sonreí. -No pasa nada. Tienes razón. La pierna de Clarisa no puede esperar. Leandro me miró sorprendido, como si no pudiera creer lo dócil que me mostraba. -Me alegra que lo entiendas. Esta noche te Ilevo pastel de fresa de tu pasteleria favorita Asentí con la cabeza, sin moverme, lo observé cerrar la ventana del coche y alejarse con total tranquilidad AApenas desapareció, la sonrisa se desvaneció de mis labios. Se le habia olvidado... que yo odio las fresas y detesto los pasteles. La que ama el pastel de fresa no soy yo. Una vez me compró uno para animarme. No quise rechazar su buena intención, así que, con náuseas, me obligué a probarlo. Luego, le confesé que no me gustaba, que me daba asco. Recuerdo que tomó su celular y escribió en sus notas: «Nunca más. No olvidar.» Pero solo pasó un aõo y ese «nunca» ya quedó en el olvido. El sol quemaba sobre mi cabeza, y, aun así, por dentro yo estaba ---- helada. Solté una risa amarga y regresé al altar. Tomé el vestido que habia usado ya cincuenta y dos veces, y, frente a todos, lo corté en pedazos. Sabía que ese vestido no era lo único que debia dejar atrás. También, estos cinco afios de amor que ya no tenían razón de ser.
