---- Capítulo 8 - -No hay nada que arreglar. Súbete al auto -le respondí, agotada de sus palabras. Oliver subió, pero no arrancó. Con los ojos enrojecidos, me miró fijamente. -FCailin, todos cometemos errores. Solo me equivoqué al no ver quién era realmente Naira. Llevamos once afios juntos, ide verdad no puedes darme una oportunidad para enmendarlo? jNunca quise hacerte dafho! -iêNunca quisiste hacerme dafio? Entonces, ;por qué soporté afios de tu frialdad? é Por qué terminé tan asustada que tuve un parto prematuro y casi me desangro? ;Por qué tuve que enterrar a mi hijo? Esta vez, mi voz no tembló; estaba calmada. Sin embargo, Oliver se cubrió el rostro, y lágrimas comenzaron a deslizarse entre sus dedos. Lo miré con impaciencia. - Si quieres llorar, hazlo después de que firmemos el divorcio. No pierdas mi tiempo. ---- Recordé cómo me había dicho algo similar antes, cuando regresó de unas vacaciones con Naira. Aquella vez, tras una discusión, 1Iloré de impotencia y él solo me dijo: - Tengo turno de noche, ipodrías dejarme descansar en paz? Oliver firmó el divorcio tal como habíamos acordado. Pero, al salir del registro, me sujetó el brazo con fuerza, mirándome con determinación. - Sé que arruiné las cosas y te perdí, pero juro que VOy a recuperarte. Solté mi brazo de su agarre. - DNo pierdas tu tiempo. Lo nuestro no tiene vuelta atrás. - No te creo. Te conquisté una vez, y puedo hacerlo de nuevo. Desde que fue suspendido en el hospital, Oliver parecía no tener más propósito que seguirme a todas partes. Cada día preparaba comida para mí. ---- Fue a un templo antiguo para traerme un amuleto de protección. Sabía que me gustaban los accesorios antiguos, así que mandó hacer peinetas y adornos de oro con incrustaciones de gemas. Era obvio que siempre había sabido qué hacer para hacerme feliz, pero antes simplemente no le importaba. Dora, al verlo, se rio, incrédula. -TVisto así, creo que yo tengo más suerte. Al menos Otto solo anda de novia en novia tratando de fastidiarme, en lugar de perseguirme como si fuera un mártir. - -No hay nada qué comparar. Los dos son igual de patéticos. Decidimos alejarnos de todo por un tiempo y nos fuimos a viajar por quince días para despejar la mente. Al regresar, Dora retomó su trabajo como obstetra. Yo, por mi parte, conseguí empleo como asistente en un estudio de diseho de vestuario, trabajando para Diego, un reconocido disefiador de ropa tradicional. ---- Pasaron tres afios, y Dora, ahora con un nuevo novio, estaba a punto de casarse. El día antes de la boda, Otto apareció desesperado, buscándola. -iCuándo conseguiste novio? ;Y por qué te vas a casar de repente? Dora le dedicó una mirada fría. -iY a ti qué te importa? - "Ya entendí, Dora. ;Te vas a casar solo para darme celos? Lo admito, nunca te olvidé. Salí con esas chicas solo para ver si te ponías celosa. Dora rodó los ojos. - No seas ridículo. No soy tan inmadura como para jugar a eso. Me caso por una razón: lo amo. El día de la boda, Otto bebió hasta embriagarse y acabó Ilorando a mares. Harta de verlo haciendo el ridículo, Ilamé a Oliver. -Llévate a tu hermano de aquí. Es una vergiienza. ---- - Está bien, haré lo que tú digas. - Oliver lo ayudó a levantarse, pero me miró con una intensidad que decidí ignorar. Para entonces, Diego, el disefhador, me perseguía incansable, buscando algo más que una relación profesional. - Dora y su novio empezaron después que nosotros, j y ya se casaron! ;Cuándo vas a decirme que soy tu novio oficial? Me tienes de arriba para abajo y ni siquiera me das un título. -Se quejaba con una expresión tan dolida que resultaba cómica. Durante la boda, Dora, en un gesto deliberado, me lanzó el ramo. Sonriendo, se lo entregué a Diego, quien, emocionado, me jaló para tomarnos fotos. No solo las publicó en sus redes, sino que me obligó a hacer lo mismo. Lo acompahié con una leyenda burlona: - Oh, écómo adivinaron que este es mi futuro esposo? Aunque todo me parecía infantil, lo complací. Era la única manera de evitar que Diego me preguntara trescientas veces al día si de verdad lo amaba. ---- No pasó mucho tiempo antes de que Oliver me llamara. Se le notaba ahogado en la línea. - êDe verdad te vas a casar con él? -Ssí. - Pensé... pensé que aún tenía una oportunidad. - Esa oportunidad murió el día que enterré a nuestro hijo. Colgué y bloqueé su número. Diego, celoso hasta la médula, odiaba la sola mención de mi ex. No quería que tuviera que pasar por lo mismo que yo, dudando y sufriendo cada día. Con una relación, vienen los límites; Oliver también debia entender eso ahora.