---- Capitulo 3 Bajo las luces entrelazadas, Adrian y Lucia entraron triunfantes, tomados del brazo, luciendo como una envidiable pareja perfecta, Nadie noté en ese momento que la novia no era yo, ni se molestaron en preguntar por mi paradero. Todos los invitados parecian dar por sentado que Lucia era la verdadera prometida de Adrian. Pero pronto, mi madre se percaté de que algo andaba mal. Entre los murmullos de la multitud, se acercé corriendo e interrogé en voz alta a Adrian: -{Dénde esté Camila? {Qué hace esta mujer aqui? Todas las miradas se clavaron en ella de inmediato. Lucia, fingiendo preocupacién, le tomé la mano y respondié con tono suave: -Fue Camila quien no quiso asistir a la boda, asi que no puedes culpar a Adrian. Pero mi madre no le creyé ni una sola palabra y aparté su mano con firmeza. -Después de todas las trampas que le tendiste a mi hija, su desaparicién solo puede ser una conspiracién tuya. Dime, zdénde la escondiste? -exigid, desesperada, con los ojos enrojecidos por la angustia. Al presenciar la castica escena, los invitados comenzaron a cuchichear: -{Dios mio! gAsi que ella no es la prometida de Adrian? ¢Entonces ---- qué hace aqui? -{Acaso es una amante que quiere destruir un matrimonio? Al escuchar los comentarios, fingié Lucfa estar al borde del Ilanto otra vez, y, con fingida timidez, tomé la mano de Adrian y, con falsa resignacién, dijo: -Todo es mi culpa. Por mi causa estas pasando esta vergiienza. Su petulancia, disfrazada de fragilidad, siempre lograba conmoverlo, por lo que él sonrié para consolarla, y luego le lanzé a mi madre una mirada llena de desprecio, antes de decir con frialdad: -£Todavia tienes el descaro de mencionar a tu hija después de las bajezas que cometis? Ante la ferocidad de su mirada, mi madre se quedo paralizada, mientras Adrian conducia a Lucia hacia el escenario, tomaba el micr6fono y anunciaba con frialdad: Mi novia original, Camila, me traicioné y, avergonzada, decidié retirarse. Por eso, hoy me casaré con la sefiorita Lucia. Al oir esto, los invitados asombrados cambiaron de bando al instante y comenzaron a condenarme: -iQué verglienza! |Camila resulté ser una cualquiera! Solo mi madre seguia defendiéndome entre lagrimas -jEso no es cierto! {Camila no es asi! jElla siempre amé a Adrian! j El fue quien la traicioné! -exclamsé, desesperada, entre sollozos. Pero nadie le crey6. En cambio, la insultaron de forma mezquina. De pronto, se llevé las manos al pecho, palidecié y cayé ---- pesadamente al suelo. Al ver esta confusa escena, se me rompié el coraz6n. Intenté con todas mis fuerzas correr hacia ella para sostenerla, pero me di cuenta de que no podia tocarla. -jMamé! ;Despierta! Soy Camila! -le supliqué, antes de volverme hacia los invitados-. jAyUdenla! jPor favor, llamen a una ambulancia! Me arrodillé desconsolada junto a ella desesperada y pedi ayuda a gritos, pero nadie me escuchaba. Nadie me veia. Me volteé hacia Adrian con los ojos suplicantes, pero él se marché resueltamente con Lucia en brazos. Decepcionada, me desplomé sobre el cuerpo de mi madre, viendo cémo su corazén se detenia poco a poco. EI dolor me retorcia el alma. -iTodo esto fue mi culpa! No debi ignorar tus advertencias... No debi aferrarme a ese maldito hombre... Por favor, perdéname! j Despierta! Sin embargo, ella no me contestaria nunca mas. Temblando, alargué una mano para acariciar sus palidas majillas, pero no pude tocarla. Mientras tanto, los invitados seguian disfrutando animadamente de la fiesta como si nada hubiera pasado, Y yo me preguntaba cémo podian ser tan indiferentes. No fue sino hasta que llegé un camarero del hotel con ayuda cuando se llevaron su cuerpo. Intenté seguirla, pero una fuerza invisible me ataba al lugar, ---- impidiéndome salir. «iAcaso el castigo de amar a un miserable no fue suficiente? :Por qué arrastraste a mi madre a todo esto? cIncluso muerta debo quedarme atada a Adrian?» Mientras yo me hundia en la desesperacion, Adrian llevé a Lucia a nuestra nueva residencia, donde yo habia decorado todo para la boda, un trabajo que me costo incontables horas de esfuerzo. Pero ahora, todo eso acentuaba mi estupidez y mi ingenuidad. Justo cuando Lucia, sonrojada, se alzaba en puntillas para besar a Adrian, el asistente irrumpié, gritando a todo pulmén: -Sefior Mendoza, ,qué hacemos con el cadaver de Camila? Adrian hizo una pausa, pero pronto respondié con su habitual tono de fastidio: -iYa basta! ;Veré con mis propios ojos si de verdad esté muerta! Y, cuando abrié la puerta del sétano, un hedor a putrefaccién inundé el aire por completo.