Capítulo 24: ???? ???? ???? ???? ???? Otto se acercó lentamente, con la camisa desfajada y desabotonada, mostrando su piel canela y su abdomen bien trabajado. Tomó a Lorena por el mentón, motivándola a levantar la mirada hacia él. “¿Qué haces, Lorena?”, preguntó con ternura y acarició su cabellera negra. “Pues… lo que se supone que hacen los esposos en su luna de miel”, respondió Lorena con las mejillas aún más rojas y desviando la mirada. “Yo estaría encantado de poseerte…” Se inclinó lentamente hacia Lorena y besó su mejilla. “Pero… ¿Estás segura de que eso quieres?” Lorena tragó saliva y cerró sus ojos, evocando la imagen de Johan, dormido y lleno de heridas en la cama. Tenía que dejarlo ir. Tenía que olvidarse de él y seguir avanzando. Ahora estaba con Otto. Él era su futuro. “Eso quiero…”, respondió Lorena decidida, pero con el miedo latiendo en su corazón. Otto resbaló la bata de seda descubriendo el cuerpo de Lorena. Su mirada brilló en cuanto notó el encaje que parecía pintar su piel, adornándola con delicadeza. La besó con ternura mientras sus manos resbalaban los tirantes del brassier, su piel caliente derretia el frío en el corazón de Lorena. Su boca comenzó a recorrer la piel de su esposa con suavidad, descubriéndola con los labios y grabándose su sabor y textura, ansioso por llegar cada vez más lejos, pero la rigidez en Lorena confesaba que aún no estaba lista para entregarse a otro hombre, aunque su boca hubiera admitido otra cosa. Otto sonrió contra la piel de su hombro y se distanció. Moría por hacerla suya, pero sabía que no era el momento. Antes de poseer su cuerpo necesitaba poseer su corazón. Caminó hasta su maleta, dejando a Lorena desconcertada, y sacó un pijama de dos piezas que le ofreció con una sonrisa divertida. “Creo que esto te queda mejor”, dijo entregándole la pijama de franela. Lorena tomó la ropa con emoción al ver que tenía pequeños pollitos estampados. Su rostro cargado de ilusión y ternura reconfortó el corazón de Otto. “¡Es hermosa!”, exclamó emocionada y la abrazó “¿Cómo…?” “Un día platicaste de tu pijama favorita, franela con patitos… ¿Me equivoco?”, dijo Otto dándose cuenta de que su felicidad se estaba ligando a la de ella, pues gracias a esa hermosa sonrisa que le ofrecía, él sentía que le explotaba el corazón de alegría. “¿Por qué no te la pones mientras pido algo de comida a la habitación?” Lorena entró corriendo al baño, perdiendo todo recato y sensualidad. El resto de la noche vieron películas y comieron una gran variedad de repostería. Otto veía constantemente a Lorena a su lado, quien estaba concentrada viendo la pantalla. Se había casado con ella para destruir a Natalie y quitarle todo, pero ahora lo único que deseaba era protegerla. “Llegas tarde…”, dijo Natalie viendo el extenso jardín de su casa mientras bebía café. “¿Tanto tiempo te costó recuperarte de tus heridas?” “¿Dónde está?”, preguntó Johan entre dientes. “De luna de miel…” “¿Qué daño o mal te hice? ¡Nunca te pedí nada! ¡Jamás quise algo de ti que no fuera tu cariño y comprensión! ¡Nunca dudé en ensuciarme las manos por ti! Cuidé de ella con devoción… ¿Por qué no me dejas tenerla?” Al despertar y no encontrar a Lorena a su lado, el corazón de Johan se había roto por la mitad. Estaba seguro de que no había sido un sueño, el sabor de su piel aún vibraba en su paladar. Las cosas no mejoraron cuando el pequeño Peter salió sollozando de su cuarto, preguntando por su Nena, alegando que había soñado perderla. Johan no pudo más que consolarlo, pues lo entendía bien. Él también había soñado lo mismo. Aguantando el dolor de su cuerpo y el peso de su corazón, salió de la finca decidido a ir por Lorena y enfrentarse a Natalie, pero ya era demasiado tarde. “Johan… siempre estaré agradecida por lo que hiciste por mí. Desde muy niño fuiste obediente y te esforzaste por ser el mejor. Cada entrenamiento con cada instructor era difícil y aunque eras tan pequeño, seguías esforzándote por resistir más, por ser más fuerte, rápido y astuto…”, dijo Natalie viendo en Johan a ese pequeño niño que adoptó hace tantos años. “Nunca me cuestionaste mis intenciones por buscar a Lorena, ni te rehusaste cuando te pedí que la vigilaras y cuidaras…” Ella soltó un suspiró. “Temía que esto ocurriera y que te enamoraras de ella cuando mis intenciones eran muy diferentes. ¿No lo entiendes? Ella se merece algo mejor que un asesino de sangre fría. Por mucho que quieras aparentar ser un hombre recto, mírate, sigues saliendo, buscando problemas”. “¡Por ti soy una escoria! ¡Tú me hiciste así y ahora me aborreces!”, exclamó Johan acercándose retador. “Te di mi vida y dispusiste de ella a tu complacencia sin que yo me quejara, encontré a Lorena y cuidé de ella como me lo pediste, ahora exijo que no te metas entre nosotros”. “Y sigues cuidándola…” Agregó Natalie mostrando las noticias en su celular. Los abuelos de Bastian, los señores Bafel, habían sido encontrados en su casa, muertos. Sus intentos por mandar mercenarios por la cabeza de Lorena no habían parado con Donna y al enterarse Johan, decidió tomar medidas, pero la residencia estaba fuertemente custodiada y había resultado mal herido en su misión. Mientras Lorena contraía nupcias, él se jugaba la vida, matando a las personas que ansiaban verla muerta. Si no había asistido a la ceremonia para detenerla, fue porque su prioridad estaba en deshacerse de sus enemigos. “Siempre lo haré… no porque te lo haya prometido a ti, sino porque me lo prometí a mí mismo. Siempre cuidaré de ella, aunque me cueste la vida”, dijo Johan lleno de compromiso. “Lorena está embarazada…”, expuso Natalie sin miramientos. Temía que Johan no se diera por vencido tan rápido. “¿Embarazada?”, preguntó Johan retrocediendo. “Sí, de Otto… por eso se casaron tan pronto”, respondió Natalie suspirando melancólica. “Fue amor a primera vista y ya comenzó a dar sus frutos” “Mientes…”, dijo Johan. La noticia había sido un golpe muy duro al corazón. “No lo hago, está embarazada y no es tuyo” “Te guste o no, esa es la realidad… así que te pediré que no te involucres en su vida, ella ya es feliz con un hombre que le ofrece tranquilidad y comodidad”, dijo con los dientes apretados, dejando al asesino solo en el jardín.
