Capítulo 21: La expresión de Noah vaciló y un rastro de incomodidad se dibujó en su rostro. —Es tarde y no es seguro que vuelvas sola a casa. Kyla lo entenderá, no se hará una idea equivocada. Así que reconoció que Kyla era su preciosa novia. El dolor en el pecho de Sadie creció hasta ser casi insoportable. Con un movimiento enérgico, Sadie liberó su muñeca y se giró bruscamente para alejarse. El dolor de su lesión anterior se olvidó momentáneamente hasta que dio un paso en falso. Su tobillo se dobló bajo su peso y un grito agudo de dolor escapó de sus labios mientras tropezaba. «¡Ah!». Sadie cayó torpemente al suelo frío. Al instante, el rostro de Noah se torció con preocupación y se apresuró a su lado con pasos largos y urgentes, levantándola en sus brazos sin esfuerzo. —¡Suéltame! ¡Puedo arreglármelas sola! —insistió Sadie, con voz llena de rebeldía mientras se retorcía en sus brazos. Pero Noah se mantuvo firme. Con un agarre decidido, la llevó hasta el Bentley negro aparcado cerca. La sentó con cuidado en el asiento del copiloto, abrochándole el cinturón de seguridad con un clic que resonó como su confinamiento, antes de sentarse al volante. El Bentley surcó la noche, con el motor rugiendo en silencio. Afuera, el paisaje se fundía en un borrón de sombras y luces fugaces, reflejando las turbulentas emociones de Sadie. Ella miró hacia afuera, sintiéndose a la deriva en un mar de confusión. Entraron en una zona residencial de lujo, con los faros del coche proyectando sombras inquietantes hasta que se detuvieron frente a una gran villa. Los ojos de Sadie se abrieron con sorpresa y un destello de nostalgia. Era la casa que habían compartido. Noah se movía con ternura pero con firmeza mientras llevaba a Sadie al salón y la sentaba en el mullido sofá. Frunció el ceño al observar su tobillo hinchado, y su preocupación era palpable en el silencio. Inquieta, Sadie intentó instintivamente retirar el pie, pero Noah lo sujetó con firmeza. —No te muevas —le ordenó con voz firme pero cálida, sin dejar lugar a protestas. El corazón de Sadie se aceleró con inquietud mientras seguía las instrucciones. Con un movimiento rápido, Noah sacó su teléfono y marcó un número. La urgencia en su voz era inconfundible cuando dijo con tono severo: —Jim, tienes treinta minutos para llegar a la finca Myrtlewood. Al otro lado, Jim Archer, aún somnoliento, luchaba por recuperar el sentido. Intentó hacer una pregunta, pero Noah lo interrumpió bruscamente y colgó. Con un profundo suspiro de resignación, Jim se levantó a regañadientes de la cama. Mientras se vestía a la tenue luz de su dormitorio, murmuró entre dientes: «Es medianoche. ¿Por qué estas emergencias no pueden esperar hasta mañana?». Pero sabía muy bien que cuando Noah llamaba, no podía negarse, no cuando su sueldo mensual de 200 000 dólares procedía de un hombre tan poderoso como Noah. Media hora más tarde, Jim llegó a la finca, con el pelo revuelto y los ojos llorosos. Descargó brevemente su frustración con Noah antes de centrar su atención en la lesión de Sadie. Tras examinarla con atención, concluyó: —Este esguince de tobillo es bastante grave. Tendrá que mantenerlo en reposo y descansar unos días. Sus hábiles manos le vendaron con cuidado el tobillo hinchado. —Gracias, doctor Archer —murmuró Sadie, con la atención fija en el dolor punzante del tobillo. Jim rechazó su agradecimiento con un gesto casual de la mano. —Oh, no es nada. Con lo que paga tu marido, es lo menos que puedo hacer. —Su tono tenía un matiz de cinismo que no pasó desapercibido.