Capítulo 4: No fue hasta que vomitó solo bilis amarga que Sadie sintió que la agitación en su interior remitía ligeramente. Se salpicó la cara con agua fría, cada gota era un pequeño shock para su sistema, que la ayudaba a recuperar la compostura. Respiró hondo, se estabilizó y salió del baño. La puerta de la sala de reuniones estaba ligeramente abierta cuando pasó, lo justo para ver a Noah y Kyla sentados uno al lado de la otra. Kyla inclinó el cuerpo hacia delante en una pose que denotaba elegancia y gracia deliberada. Su voz era suave, casi un susurro, y sus ojos brillaban con una mezcla de encanto y sutil seducción. Estaban tan cerca que sus hombros casi se tocaban, lo que les daba la silueta íntima de una pareja profundamente compenetrada. Al observarlos desde lejos, Sadie se sintió como una sombra olvidada que merodeaba en los límites de su mundo. En su propio matrimonio, ella siempre había sido la que estaba fuera, mirando hacia dentro, sin formar parte realmente del cuadro. Las lágrimas brotaron silenciosamente, trazando un camino silencioso por sus mejillas. Al volverse para marcharse, su codo golpeó una planta en una maceta, que cayó al suelo con un estruendo que rompió el silencio. El ruido repentino desvió la atención de Noah de Kyla. Sus ojos se encontraron con los de Sadie, fijándose en ella con una mezcla de sorpresa y algo más frío, más duro. Avergonzada por su torpeza y abrumada por sus sentimientos, Sadie se sintió frustrada. Noah salió al pasillo, con una presencia ahora abrumadora, y Kyla, rápida como un rayo, apareció a su lado. —¿Qué haces aquí? —La voz de Noah era aguda, con un claro tono de disgusto al ver a Sadie. Kyla no tardó en darse cuenta de quién era Sadie. Sin embargo, fingió no saberlo y esbozó una sonrisa azucarada mientras preguntaba: —Noah, ¿quién es ella? Y ahí estaba, la pregunta que flotaba en el aire, pesada y opresiva. ¿Quién era ella? A Sadie le dolía saber cuál era su lugar en la vida de Noah. El desdén en su expresión era evidente, y Noah frunció el ceño, con un destello de disgusto cruzando su rostro. Respondió secamente: «Es solo una empleada». ¿Solo una empleada? La frase resonó burlonamente en los oídos de Sadie, amplificando su sensación de insignificancia. Se sentía reducida a nada, una mera sombra dentro de las frías y inflexibles paredes de su lugar de trabajo. Tan pronto como Noah terminó de hablar, se dio la vuelta y se alejó con paso firme. Kyla se detuvo para lanzar a Sadie una mirada provocativa y presumida, con los ojos brillantes de triunfo, antes de apresurarse a seguir a Noah. Al quedarse sola, Sadie se sintió a la deriva, como si estuviera en medio de un mundo extraño e incomprensible. Perdida en una neblina durante el resto de la jornada laboral, Sadie volvió a la realidad con una llamada inesperada de su abuela, Laura Stewart. —Sadie, no voy a rejuvenecer, y quién sabe cuánto tiempo me queda. Más que nada, sueño con el día en que te establezcas, con un cónyuge que te quiera y con hijos a tu lado. ¿Cuándo vas a traer por fin a tu novio para que me lo presentes? Mientras Laura hablaba con calidez y naturalidad, Sadie se encontró tragando saliva, con la emoción apoderándose de ella. Ni siquiera Laura, la persona que siempre había estado ahí para ella, sabía que estaba casada.
