---- Capítulo 6 En ese mismo instante, Esteban, que estaba intercambiando anillos con Victoria, sintió un agudo dolor en el pecho. Al ver el mensaje en su teléfono, dejó caer el anillo y salió tambaleándose del hotel: -iAl aeropuerto! Pero ya era demasiado tarde. Mientras nuestro avión despegaba, observé la ciudad haciéndose cada vez más pequeiia bajo nosotros. Durante cinco aíios había dejado mi vida en pausa, creyendo en promesas que nunca fueron hechas para cumplirse Lilia se durmió apoyada en mi hombro, agotada por el torbellino emocional de los últimos días. Le acaricié el cabello con ternura. Mi pequeõa guerrera, que habia demostrado más valor que muchos lobos adultos. -Ya vamos a casa. -Susurré. Esteban miraba su teléfono mientras el tono de Ilamada seguía sonando en frio. Su ceão se fruncia cada vez más. Impaciente, le exigió al conductor: -éNo puedes ir más rápido? jLa manada puede pagar tus multas de tráfico! El conductor se secó el sudor de la frente y respondió con angustia: -Alfa, no es que no quiera, pero hay demasiada gente en la calle por San Valentín. iMire este embotellamiento! ---- -éHoy es... San Valentín? Esteban repitió la pregunta, aturdido por un instante. Hoy era el aniversario del dia en que me marcó, pero lo habia olvidado. Habia planeado terminar la ceremonia de apareamiento ese mismo día y luego consolarme. Tenia muchas explicaciones preparadas, pero jamás imaginó que su hija y yo no lo esperaríamos. Afuera, el claxon de los autos sonaba sin cesar. Un viento helado se colaba por la ventana. De pronto, recordó cómo en los primeros días de nuestra relación solía trepar por mi ventana, incluso con vientos tan frios como ese. Entonces yo siempre lo hacía entrar con preocupación. Le ofrecia té de jengibre y bolsitas térmicas que preparaba con antelación. Ahora, todo eso se habia perdido. Desde el asiento delantero, el conductor seguía tocando la bocina, pero la fila de autos no avanzaba ni un centímetro. Esteban se frotó el rostro, como si tomara una decisión: -Abre la puerta. Iré corriendo. El camino hacia el aeropuerto parecía interminable. Cuando por fin Ilegó, el sabor metálico de la sangre Ilenaba su boca. Miró fijamente a la empleada del aeropuerto, como si no pudiera ---- entender sus palabras: -Los pasajeros que menciona despegaron hace una hora. Observó la sala de espera vacia y sintió que algo dentro de é| se habia roto. Como si alguien que siempre dio por sentado desapareciera de repente. Con ese pensamiento, Esteban soltó una risa amarga. iCómo podía ser? iCómo Otoão se habia atrevido a dejarlo? Ella... no lo dejaria... Aturdido, regresó al auto y le pidió al conductor que lo Ilevara a su oficina. Quería evitar enfrentar sus errores, como si al ignorarlos todo volviera a ser como antes. Así era él cuando me mentía. Así fue cuando lastimó a Lilia. El teléfono sonó. Era Victoria. -Esteban, udónde estás? ;Piensas abandonar la ceremonia de apareamiento a la mitad? Esa voz que alguna vez amó le sonaba ahora débil e histérica. Parecia totalmente dependiente de él, completamente distinta a mí. Si Victoria era una planta parásita, entonces yo era una enredadera de trompeta. ---- Llena de vitalidad, sin depender de ningún árbol, capaz de crecer por mi cuenta hacia el sol. Esteban presionó la lengua contra la mejilla. Por primera vez, encontró insípida a la planta parásita. Respondió con indiferencia: -Sí. Ya terminé. Ytras decir eso, sin importar los gritos de Victoria al otro lado de la línea, colgó. Se recostó en el asiento de cuero y se quedó mirando el techo del auto. Por primera vez, comprendió verdaderamente lo que habia perdido. El conductor carraspeó con nerviosismo: -Alfa, za dónde lo Ilevo ahora? ;A la casa de la manada o a su oficina? Esteban cerró los ojos. -Llévame a casa. -A la casa principal, sefior? -No. A la villa. Donde estaban Otofio y Lilia Cuando llegó, la villa estaba inquietantemente silenciosa. Empujó la puerta, medio esperando ver a Lilia corriendo hacia él con los brazos abiertos. Pero solo encontró silencio. En el jardín trasero, unas brasas humeantes captaron su atención. ---- Al acercarse, vio fragmentos quemados de fotografías--bordes de sonrisas reducidos a ceniza. Todo rastro de Otofio y Lilia había sido eliminado meticulosamente. Era como si nunca hubieran existido. Esteban vagó por las habitaciones vacias hasta detenerse en el dormitorio de Lilia. En un rincón, olvidado, yacía un lobo de peluche- su primer regalo para ella. Lo levantó, recordando cómo se le habían iluminado los ojos cuando se lo dio. -Tu lobo siempre te protegerá. -Le habia prometido, Otra promesa rota. Su teléfono vibraba con mensajes de Victoria, de los Ancianos de la Manada, de su abuela. Todos querían saber dónde estaba, por qué habia abandonado la ceremonia. Él no respondió a ninguno.
