---- Capítulo2 En toda la empresa, solo esta colega me había tratado con amabilidad. No queria que fuera intimidada, así que le respondí a Mónica con firmeza: -Me iré después de ver a Saúl. No tienes por qué apresurarte a echarme de aqui. m -Conocí a Saúl cuando tenía quince aõos. Soy la mujer que ha estado a su lado por más tiempo. Además, é| nunca ha reconocido que eres su prometida en público. Mis palabras enfadaron demasiado a Mónica. Se le fue la pose altanera y, furiosa y, me gritó: -iTarde o temprano se casará conmigo! Y tú, jeres simplemente una mujer desgastada y abandonada por él! Te echo de aqui por lástima. iTe aconsejo que aprecies mi bondad! ; Quién sabe qué te ha pasado durante estos dos largos afios que no estuviste? iTal vez ya has hecho el amor con miles de hombres! ;Y aún así quieres competir conmigo por Saúl? Mientras hablaba, echó un ligero vistazo a la puerta y, en un instante, tomó el vaso de agua de la mesa y se lo echó en la cara. -Qué fri. Su carita delicada se empapó y el agua de inmediato se mezcló con su maquillaje, revelando de alguna manera una fragilidad. Saúl, desde la ventana de la sala de espera, la vio en esa situación. Bajo la mirada atónita de todos, pateó la puerta de la sala y entró ---- furioso. Agarró la mano de Mónica e interrogó a todos: -iQuién lo hizo? Parecía muy alterado y preocupado. Arrojó los documentos que llevaba en la mano a mi cara, y la carpeta rasgufió mi mejilla. No sangró, pero me dolía mucho. La recepcionista, asustada, no se atrevió a decir nada. Yo lo miré fijamente y decidí explicarle: -Ella misma lo hizo. Mónica me miró con los ojos enrojecidos. -Sí, fue mi culpa... iMerezco todo esto! Te burlaste de Saúl de la peor manera Ilamándolo ciego, y yo solo queria taparte la boca, ipor eso tú me echaste agua...! iTodo es mi culpa! 'Aunque su tono era de reproche, sonaba bastante lastimero. Sabia que esa etapa oscura de Saúl había sido un tema bastante delicado. No quería que nadie lo mencionara, especialmente yo lo hiciera. Su mirada se mantuvo fija en Mónica mientras le secaba carifioso las lágrimas, consolándola: -Estoy aquí contigo. No llores. Esa frase me resultaba ser bastante familiar. Cuando mis padres fallecieron de manera inesperada y mis parientes se apropiaron de nuestra casa, él también me habia dicho lo mismo mientras dormíamos en el pasillo. En el pasado, siempre que él estaba a mi lado, estaba dispuesta a sobrepasar todas las dificultades. Afios después, volví a oir esa frase. Lamentablemente, ya no era para mi. Parecia que Mónica era especial para é! como lo que habia dicho mi ---- amigo. Admití el hecho con franqueza. -Estoy aqui para que firmes un acuerdo. -gUn acuerdo? -se rio Saúl de manera burlona-: ;De qué se trata? iQuieres acaso dinero o quizás una casa? Después de mantener esa pose de superioridad por tanto tiempo, gfinalmente decidiste pedirme dinero? Ya estaba acostumbrada a su terrible sarcasmo. Y, de hecho, no podía negar sus palabras porque la esencia del acuerdo era efectivamente problema de dinero. -Puedo darte dinero, pero tienes que disculparte con Mónica. Saúl siempre habia albergado rencor por haberlo abandonado. No iba a dejar pasar esa oportunidad de humillarme. AApreté con fuerza mis puios y le pregunté: -«De verdad crees que fui yo quien la intimidó? -Eso no me importa. Solo quiero que te disculpes con ella y listo. Lo harás, ;o no? -dijo con indiferencia. Solo queria usar esto para humillarme, todo para hacer feliz a otra muijer... Me dolían los ojos. De repente, una imagen apareció en mi mente: en la secundaria, Saúl me defendió con vehemencia frente a los compaieros que me acosaban. En ese entonces, no era el actual poderoso sefior Morales. Era simplemente un chico, con moretones por los golpes de otros. No obstante, aun así, me protegia con valentía. -iDiscúlpense con ella! ---- Las figuras de Saúl de diferentes épocas se entrelazaban fugaces frente a mis ojos, y luego se separaban rápidamente. Volví en mí y solté una sonrisa burlona. Me acerqué a Mónica y le dije: -Lo siento mucho, seforita Hernández. No debí echarte agua cuando el sefior Morales no estaba. Al escuchar eso, ella mostró aún más arrogancia. -Tu disculpa no parece sincera.
