Capítulo 12: Había perdido una propiedad valorada en mil millones de dólares por su culpa. El más mínimo contacto con ella quebrantaba la autodisciplina que tanto había apreciado. Cada vez tenía más claro que distanciarse de Linsey podría ser la decisión más acertada. Collin estaba perdido en sus pensamientos, con el rostro impenetrable. De repente, un golpe resonó en el silencio de su estudio. Le molestó la interrupción y frunció el ceño. Su tono fue frío cuando preguntó: —¿Quién es? Cualquier intrusión durante sus horas de trabajo era imperdonable. Un silencio tenso se apoderó del ambiente, solo roto por la suave y tranquilizadora voz de Linsey, que respondió desde el otro lado. He oído que no has probado bocado desde anoche, así que te he traído algo. ¿Te importa si paso?». ¿Por qué había venido? Los profundos ojos de Collin se entrecerraron ligeramente y la sospecha nubló sus rasgos. Una sonrisa burlona, teñida de sarcasmo, se dibujó en sus labios. ¿Qué tramaba esta vez? Una risa burlona y grave resonó en su garganta. Volviendo su atención a la pantalla, se dirigió a sus subordinados con un tono casual. —Pongamos la reunión en espera. Los subordinados, que habían oído a Linsey momentos antes, se quedaron visiblemente atónitos al oír la orden de Collin. Su jefe detestaba que le interrumpieran mientras trabajaba. Pero hoy había hecho una excepción a su propia regla, por la mujer con la que se había casado de la forma más inverosímil. Su curiosidad se despertó y se preguntaron qué estaba a punto de suceder. Pero sabían que Collin no les permitiría quedarse como espectadores. Suspender la reunión era sin duda su método para garantizar que la conversación fuera privada. «Sí, señor Riley», respondieron con tono formal. Con una elegancia mesurada, Collin cerró el portátil de golpe, y el clic resonó sutilmente en la silenciosa habitación. Hizo una breve pausa, con expresión impenetrable, antes de decir: —Adelante. La puerta crujió suavemente cuando Linsey entró, con los brazos cargados con una bandeja. Sus ojos se posaron inmediatamente en el caos de documentos que inundaba el escritorio. Aunque era consciente del trabajo incansable que había realizado desde la noche anterior, ver en persona aquella montaña de papeles la hizo detenerse y fruncir el ceño con preocupación. —¿De verdad estás sepultado bajo todo este trabajo? —preguntó con una mezcla de preocupación e incredulidad en la voz. Collin apoyó las manos en el regazo con indiferencia, con una mirada que combinaba diversión y desafío. —¿Por qué, Linsey? ¿Qué esperabas? ¿Que me hubiera quedado aquí sentado sin hacer nada? —bromeó, con una sonrisa pícara en la comisura de los labios. —No, claro que no —respondió Linsey rápidamente, con las mejillas sonrojadas por la vergüenza. Se apresuró a añadir—: Es solo que no me imaginaba la magnitud. Eso es todo. Dado que Collin había estado en silla de ruedas durante años, ella era consciente de que él podría ofenderse si indaguera demasiado en sus capacidades. Tras un breve momento de reflexión, optó por evitar el tema, con la esperanza de evitar cualquier posible incomodidad.
