---- Capítulo 6 Sebastián se inclinó y comenzó a limpiar las manchas en la lápida de su madre, con su expresión serena. -Mamá, tengo otra buena noticia para ti: me voy a casar con Isabela. La has visto crecer desde nifia, y tal vez te alegrará saber que nos vamos a casar. En cuanto a Camila, mamá... me arrepiento. El cielo retumbó, cubierto de nubes oscuras. Sin embargo, la confesión de Sebastián resonó más fuerte que el trueno. Caminé a su lado, con la mirada perdida, observando cómo amablemente le abria la puerta del auto a Isabela y elegian juntos la fecha para la boda. Ellos parecían ser una pareja destinada, y mi presencia no habia sido más que un simple obstáculo en su camino. Ahora que ese obstáculo había pasado, les esperaba un final feliz. El matrimonio que yo había sofiado, Sebastián se lo daría a Isabela: el vestido de novia, los anillos, las invitaciones de boda. Sebastián ya no se preocupaba por nada, ni siquiera por la empresa. Todo su ser estaba inmerso por completo en los preparativos de la boda con Isabela. Por suerte, parecia que ahora si podía alejarme de él Cuando é! salia con Isabela, ya no me sentía obligada a seguirlos. Cuando iban a tomarse fotos para la boda, me quedaba obediente esperando en el auto, a kilómetros de distancia. Intenté dejar de estar cerca de él. Intenté mantenerme lejos. Sorprendentemente, lo logré. ---- Escapé con desesperación, me alejé tanto que me sentí como un alma perdida vagando por las calles. -Camila. Me detuve, girando la cabeza ligeramente. Era de noche, y Alejandro estaba bajo un poste de luz, sosteniendo un par de cervezas. Al verme, sus ojos se Ilenaron de emoción. -Carmila... eres tú de verdad. Casi yo lo habia olvidado: Alejandro podía verme. Se quedó inmóvil, con cuidado, temeroso de que, al parpadear, yo desapareciera. Le sonreí y acepté. El sonido de botellas rompiéndose Ilenó el aire, y el líquido se derramó sobre los pantalones de Alejandro. Abrió alegre los brazos para abrazarme, pero solo encontró aire. Se quedó perplejo, completamente confundido. -Carmila, ;por qué? ;Por qué no puedo tocarte? Camila.. Sonriendo, lo observé en silencio. No podía hablar, pero Alejandro lo comprendió en ese momento. Murmuró: -Claro... pues estás bien muerta. Regresé con él a su casa, En su estudio, había un montón de documentos. Estos eran sobre la verdad detrás del accidente que causó la trágica muerte de la mamá de Sebastián y la mia Apenas entonces descubrí que, desde mi muerte, Alejandro había ---- estado investigando aquel accidente. La mente maestra de ese accidente... era precisamente Isabela. La noticia de que Isabela y Sebastián iban a casarse ya era del conocimiento de todos. -Si hubiera sabido que Sebastián era un ser tan despreciable, nunca te habría dejado estar con él. Bueno, entonces déjame darles un regalo inolvidable en la boda de esos desgraciados. El día de la boda de Sebastián, asistieron cantidad de personas de alto estatus. Alejandro, al no recibir una invitación, fue detenido por el servício de seguridad en la puerta. Sebastián, vestido con un traje negro y una flor roja en el pecho, lo miró con indiferencia -Déjenlo pasar. Con una mirada lIlena de desprecio, Alejandro no dijo nada y fue a sentarse en un rincón. La boda era lujosa. En la pantalla grande, proyectaban fotos de la pareja con sus trajes de boda, y se veían perfectamente combinados. Alejandro se paró frente a mí, bloqueando al instante mi vista. -iQué tiene de especial esa pareja? Camila, no ensucies tus ojos con eso. En ese momento, desvié la vista de la pantalla. Poco después, comenzó la ceremonia. Sebastián estaba en el altar, mirando atento la entrada, por donde llegaría su novia. ---- La escena que había imaginado innumerables veces finalmente se hizo realidad. Solo que yo no era la protagonista. Isabela, bajo las miradas envidiosas de los invitados, caminó lentamente directo hacia Sebastián. El sacerdote empezó a recitar los votos. Yo miraba al hombre que una vez prometió casarse conmigo, y ahora solo tenía ojos para otra. Sentí que las lágrimas estaban a punto de brotar en ese momento y quise escapar. -Carmila, espera. Alejandro me consoló con delicadeza, justo cuando estaba a punto deirme. El "acepto" del novio, sin embargo, no Ilegó. Isabela, impaciente, lo apresuró, pero Sebastián solo la miraba con una expresión algo indiferente, -Sebas, jvamos, di que aceptas! Todos están mirándonos. -le urgió. Sebastián esbozó una sonrisa enigmática, y, palabra por palabra, dijo: -No acepto.
