---- Capítulo 3 Sentí náuseas y corrí al bafio, donde vomité violentamente, mientras Francisco, alarmado, me daba palmaditas en la espalda intentando aliviarme. -iNo me toques! -le grité, volteándome a mirarlo con furia. Con razón habia actuado tan extrafio aquella vez. Él, siempre adicto al trabajo, había dejado todo para acompafiarme durante dos semanas. Yo, Ilena de alegria, habia pensado que era porque realmente me amaba. Pero en realidad era por culpa de su infidelidad. Incluso habían estado juntos en nuestra habitación, en la cama donde habíamos dormido por siete aõos... El odio en mi mirada lo paralizó, quedándose inmóvil por un buen rato. La ira dentro de mi no encontraba salida. Me levanté bruscamente y corrí al dormitorio. Mis ojos recorrieron la habitación hasta fijarse en la cuchilla de cejas sobre el tocador. La tomé y, como una loca, comencé a rasgar el cobertor, las sábanas, las almohadas... Las plumas del edredón se esparcieron por el aire como nieve, dejando la habitación hecha un desastre. Pero sentía que no era suficiente. jyQue todo se destruyera! Toda esa inmundicia. Francisco me seguía con mirada dolorida, intentando detenerme. En mi descontrol, me corté la mano. La sangre brotó instantáneamente, resaltando de manera punzante contra el fondo de plumas blancas que se esparcía por el suelo. Finalmente me calmé, mirando con ojos vacios nuestra foto de bodas. jQué felices nos veíamos entonces! -Francisco, divorciémonos -dije con desesperación, mientras ---- cerraba los ojos. Francisco, como si hubiera escuchado algo terriblemente espantoso, corrió a abrazarme sin importarle su propia herida sangrante. Su voz estaba impregnada de una tristeza inconsolable: -No nos divorciaremos, Laura. Te prometo que en cuanto nazca el bebé, no tendré ninguna relación con ella. Seremos como antes. Sabes que solo te amo a ti, no puedo vivir sin ti. Me reí internamente con amargura. ;Cómo podría ser igual? El Francisco que solo tenía ojos para mi ya había muerto. Caímos en una extrafia confrontación. No importaba cuánto me enfadara o lo maltratara, é| siempre mantenía su sonrisa y su buen humor, cuidándome como antes. Pero cada vez que mencionaba el divorcio, se hacía el tonto. Su teléfono no dejaba de sonar con Ilamadas de Isabel. Frente a mí, siempre las rechazaba, pero cada noche se escabullia al balcón para Ilamarla en secreto, consolándola con una voz extremadamente tierna. Ese día, en la mesa del comedor, Francisco volvió a rechazar una llamada como de costumbre. -Contesta. Esas Ilamadas secretas a medianoche perturban mi sueão -le dije con un tono cargado de sarcasmo. Esperaba que se avergonzara, pero, en cambio, respondió con naturalidad: -Entonces no volveré a Ilamar. Come más brócoli, últimamente has adelgazado. Estaba a punto de decirle que dejara de fingir cuando mi teléfono sonó. Francisco palideció al ver el número. Por su reacción, pude ---- adivinar quién Ilamaba. Puse el altavoz e inmediatamente se escuchó la voz de Isabel, al borde del Ilanto: -Laura, ;podrías dejar que Francisco venga a verme? Ten compasión de mi bebé, es sangre de su sangre. Francisco, aterrorizado, colgó apresuradamente y me miró con miedo. Yo también lo miré a él Lo extraõio era que ya no sentía odio, sino más bien tristeza. Ese hombre ya no me pertenecia, -Quiero conocer a Isabel -le dije.