Capítulo 40: ???? ???? ???? ???? ???? Seguía estando bien pegado a sus labios, pero de repente empezó a retorcerse, la punta de su lengua abrió sus labios y se introdujo a la fuerza. El aroma a café la arrasó, un sorbo de café fue introducido por su lengua. Elaine, sorprendida, se lo tragó de golpe. Sólo un pensamiento cruzó su mente: Sí, estaba muy dulce, tres sobres de azúcar pueden saber realmente dulces. Con un ligero giro de su cara, formó un ángulo con la de ella, y tuvo acceso a un área más amplia. La lengua de ella entró completamente en pánico, queriendo esconderse, pero fue atrapada por la lengua de él. La delineaba, la retorcía o se burlaba de ella. Elaine quería golpearlo y apartarlo, pero tenía el cuerpo ligeramente inclinado hacia delante y el codo apoyado en la mesa. Su posición no sólo era agotadora, sino también la dejaba indefensa. «Hmm…». Elaine quiso sacudir la cabeza. Una de sus grandes manos la sujetó, no dejándola sacudir la cabeza y dejando brevemente sus labios para que respirara: «Pórtate bien, cierra los ojos». Cierra los ojos… Elaine cerró los ojos obedientemente durante cinco segundos. Sólo entonces reaccionó, abriendo los ojos de repente. Maldición, ¿Por qué tenía que cerrarlos sólo porque él lo dijera? ¿Por qué tiene que hacerle caso? A Emmett le costaba contenerse. Besó apasionadamente a Elaine mientras aspiraba la tenue fragancia afrutada que desprendía. No podía contener la sangre frenética que corría por sus venas. Con una mano, le tocó suavemente la espalda, sus dedos bajaron lentamente como si estuviera tocando el piano. La caricia era como si tuviera su propia corriente eléctrica. Cualquier punto que alcanzara la estremecería hasta hacerla temblar y enfebrecerse. Poco a poco, fue bajando hasta llegar a sus caderas… Ahhhh… los nervios de Elaine empezaban a disparar la alarma. Sus manos… ¡Dónde está tocando! Frotándola… sintió algo de calor entre las piernas… se le aceleraba el pulso… Finalmente, la mano de Elaine se entumeció y no pudo sostenerla. Así que quedo inclinada sobre él dándole un abrazo a Emmett y dejándose llevar por la corriente. Apoyados contra el borde de la mesa, los labios y dientes se enredaron, los dedos volaban de un lado a otro. Con todo esto estaba haciendo que la pequeña cara de Elaine se calentara y jadeara. ¡Elaine tenía muchas ganas de estrangularse! En realidad, se sentía bastante cómoda en su abrazo, al menos más cómoda que antes, cuando se apoyaba en los codos. No sólo eso, sino que además fue besada por el tacaño de Emmett hasta que se sintió mareada y empezó a tener una fantasía se%ual… ¡Oh por Dios! Quería que el piso se la tragara… ¡Realmente ha avergonzado a todas las mujeres! Su mano se había deslizado entre sus piernas, por debajo de la falda, y se movía sobre su ropa interior entre… Elaine estaba tan avergonzada que apretó las piernas. Emmett ya había abandonado sus labios y Elaine jadeaba en busca de aire. De momento no se dio cuenta de los profundos y magníficos ojos de Emmett. ¡Brillaban con la fuerte mirada depredadora que sólo tienen los hombres! «¿Aún te atreves a llamarme tío? ¿Hmm?». Tentó en voz baja. Elaine seguía mareada, jadeante, y dijo: «No, no me atrevo…». Volvió a besarla y, tras enredarse un poco más, se detuvo. Entrecerrando los ojos, se le notaba el calor en toda la cara. Volvió a besarla, como una libélula tocando el agua, pero lleno de ternura y amor, junto con un poco de dominio. «¿Cómo me llamaras?». ¿Llamarle qué? Claro, llamarle… «Pre… Presidente Smith…». «No me gusta oír eso». ¿Eh, no le gusta oír eso, que cómo debo llamarle? ¿Señor Smith? ¿Jefe Smith? ¿Smith? Emmett volvió a sujetarle los labios y los chupó con fuerza, era muy doloroso. Elaine g$mió de dolor, jadeó con fuerza: «¡Llámame por mi nombre!». ¿Nombre? ¿Llamar al jefe por su nombre? ¡Qué gran broma! ¿Aún quiere seguir trabajando? «No me atrevo». «¡Si no me llamas por mi nombre, te llevaré aquí!». ¿Hablas en serio? «Lo llamaré, llamaré… Emmett Smith…». De hecho, ella ya había dicho su nombre muchas veces a sus espaldas; por supuesto, todo era para quejarse. Sus labios volvieron a ser sellados por él, y sólo al cabo de diez segundos pudo jadear: «Quita el apellido…». Su voz era grave, un poco ronca y muy hechizante. «Em, Emmett…». «Dilo un poco más profundo». «Emmett». «Más suave» «Emmett…». Elaine se sintió tentada por él y, tontamente, repitió su nombre una y otra vez. El último tono era tan parecido a cómo las chicas de las películas de romance. Maldita sea, ¡Hasta ella misma se despreciaba!
