---- Capítulo 6 Pesaba solo treinta gramos. Era un gesto diminuto, insignificante en comparación conlos extravagantes regalos que él le había hecho a Valeria, entre ellos las joyas de oro valuadas en cientos de millones y, más recientemente, una casa. Ese intento de disculpa era una completa mentira. - Héctor, para Valeria sueltas millones sin pestafiear. Conmigo, tu generosidad siempre tiene un límite de treinta mil pesos -dije un tono irónico. - Y sabes qué? Si no me equivoco, este brazalete es el mismo que Valeria no quiso. iVerdad? Recordé las publicaciones recientes de Valeria en las redes sociales. En una de ellas, presumía las joyas de oro y el nuevo departamento que Héctor le había comprado. Entre los comentarios, alguien había sefialado: [éDe verdad es su primer regalo? jQué suerte!] Alo que Valeria respondió, presumiendo: [Sí, al principio solo se animó a regalarme un brazalete baratico, pero después de unas semanas de ' ---- entrenamiento', apostó por mí. Ahora tengo joyas que valen millones y un departamento. Qué bien me cuida, é no creen?] Los comentarios estaban llenos de grandes elogios y envidia: [iReina, escribe un libro! Ansiosos lo leeremos de rodillas.) La expresión de Héctor mostraba una mezcla de confusióny enojo. -iCómo sabes eso? - preguntó finalmente, mirándome con cara de no poder creerlo. - aAntes, cualquier regalo barato de tu parte me hacía feliz por días. Pero ahora lo entiendo. Esta relación te ha cambiado; o mejor dicho, me ha cambiado. Y claro, no es para bien. Crucé los brazos, y respondí de forma irónica. Contraataqué, sin pensarlo dos veces: - En este matrimonio, has dado tu amor y tu dinero a la otra. Ahora que la "empleada doméstica gratuita" se va, é quieres convencerla con migajas? La inocencia se reflejaba en la cara de Héctor mientras me miraba: ---- -iNatalia! Esta vez vine con toda la intención de arreglar las cosas. Dejé a Valeria hace una semana. jTe lo juro! -dijo, casi Ilorando, y mirándome con esos ojos que antes me habían derretido. Saqué mi celular y le mostré una foto que había recibido anoche: Eran él y Valeria abrazándose y besándose en un ascensor. - -De verdad, Héctor, casi me convences. Su expresión cambió al instante. Durante unos segundos, pareció perdido, luego explotó: -iCómo conseguiste esa foto? - Por favor, Héctor. Cada vez das más asco. Quiero el divorcio. Seis meses después, viajé a Irapuato para la audiencia del divorcio. La noche anterior, salí a cenar con mi amiga Paola García. Decidimos ir a un restaurante que ella adoraba. Justo mientras elegíamos los ingredientes, vi a Héctor salir de su auto y entrar al lugar con Valeria, que caminaba lento. La barriga de Valeria ya estaba abultada, probablemente tenía unos cinco meses de embarazo. AÀ ---- pesar de eso, Héctor no se preocupaba en lo más mínimo por esperarla. Parecía demacrada, sin rastro de la arrogancia de hace seis meses. El local estaba Ilenísimo a esa hora y el camarero los llevó a la mesa vacía que había detrás de mí. Tal vez fuera porque había perdido doce kilos en los últimos seis meses, pero Héctor no me reconoció. -iQué asco! Hasta aquí vienen a fastidiar -dijo Paola, blanqueando los ojos mientras jugaba con su tenedor. Paola, como siempre, era una jovenrrica, de mal temperamento y un espíritu competitivo. Luego de que ella se enteró de que Héctor era infiel, más tarde se reunió con él en el trabajo y rechazó directamente una invitación de cooperación: - éSabes lo que le dije cuando me buscó para un proyecto? Que tenía tres reglas para elegir socios. - Uno, no trabajo con hombres infieles. Dos, no trabajo con gente sin gusto. Y tres, no trabajo con idiotas. Tras una pausa, Paola miró a Héctor de arriba abajo con una mirada de asco: ---- - Y sabes qué, Héctor? Tú cumples con las tres. Recordar la cara que puso ese día me sacó una sonrisa. - -Déjalos, no valen la pena. No dejes que nos arruinenla cena -Tle dije, pasando un trozo de carne a su plato. El aroma de la carne comenzaba a llenar la mesa. Sin embargo, las palabras de Pao me sacaron de mis pensamientos: -Mira eso. Héctor está comiendo un filet mignon, mientras Valeria, embarazada, se las arregla con migajas. Ese idiota ni siquiera piensa en su salud. Esa observación me transportó al pasado, cuando Héctor fumaba en casa durante mi embarazo. - PCarifio, por favor, no fumes aquí. El doctor dijo que el humo es malo para el bebé. iPuedes salir al balcón? -le había pedido una vez. Héctor me miró con fastidio.
