Capítulo 3: Con un comportamiento tranquilo y concentrado, Daniela le explicó la situación a Alexander, con una voz que sonaba con claridad. «El almacén tenía cámaras de vigilancia. Aunque el fuego puede haber destruido las cámaras, debe haber copias de seguridad almacenadas en algún lugar». «¡Basta!», dijo Alexander entrecerrando los ojos mientras miraba a Daniela, con una mirada helada teñida de ira. «Ahora solo estás buscando excusas para salir de esta. Las imágenes de vigilancia pueden manipularse. ¡No puedo creer ni una sola palabra de ti, mujer engañosa! Daniela miró fijamente a Alexander. Su expresión seguía siendo estoica, pero su mirada era aguda e inquebrantable. Cada vez que miraba a alguien, parecía atravesarlo. Durante más de una década, Daniela se había aferrado a la ingenua esperanza de que podría descongelar su corazón helado. Pero nunca imaginó que terminaría así. ¡Ve y discúlpate con Joyce ahora mismo! Su orden atravesó el aire como un viento helado, dejando a Daniela con la sensación de que le habían echado un cubo de agua helada, con los sentidos aturdidos. «¡Soy tu esposa! ¿Por qué no me crees?», exigió, con palabras que rompían con el peso de su vulnerabilidad. «Daniela, te lo he dicho: ¡pide perdón! Si Joyce decide llevar esto a los tribunales, serás tú quien se quede llorando, suplicando clemencia». Sus palabras cortantes se sintieron como un cuchillo dentado, desgarrando las frágiles paredes de su corazón. Este matrimonio, estos diez años de lo que ella pensaba que era amor y devoción, habían sido una farsa cruel. Alexander tiró de su cuello con fuerza y la arrastró hacia la sala de Joyce. Una enfermera corrió detrás de ellos, desesperada. «Tiene una costilla fracturada. Necesita cuidados adecuados y descanso. Lo que está haciendo es un abuso». Sin embargo, Alexander hizo caso omiso de sus súplicas. Daniela vaciló, casi tropezando mientras él la arrastraba por los inmaculados pasillos hasta la exclusiva sala VIP. La habitación desprendía un aura cálida y tranquila. Joyce yacía en la cama mientras Katrina, sentada a su lado, le ofrecía trozos de fruta. Al entrar Daniela, Katrina le lanzó una mirada fugaz y luego desvió la vista, fingiendo ignorar su presencia. La expresión de Caiden se torció en una de repugnancia. «¡Tienes la audacia de mostrar tu cara aquí! ¿Eres siquiera consciente de la condición de tu hermana?». En ese momento, Daniela sintió un entumecimiento helado envolver su corazón. Se volvió hacia Caiden y le preguntó: «Papá, ¿has olvidado que soy de tu propia sangre? ¿Recuerdas tu promesa de no volver a casarte después de que mamá nos dejara? Prometiste cuidar de mí. ¿Es así como lo haces?». Su padre ni siquiera estaba dispuesto a permitirle la oportunidad de aclarar o defenderse. La expresión de Caiden vaciló momentáneamente, frunciendo el ceño con irritación mientras dirigía una mirada aguda a Daniela. «¡Tú eres la que la has cagado! ¿Por qué me estás metiendo en esto? Te has vuelto bastante audaz, ¿verdad? ¡Y pensar que ahora te enfrentas a mí!». En la cama del hospital, Joyce parecía robusta a pesar de su supuesta fragilidad. Con un gesto exagerado, se apretó las manos contra el pecho como si se sintiera abrumada por una repentina falta de aliento.
