---- Capítulo 4 -Fcielito, no eres médica. Aunque vayas, no servirás de nada. Para colmo, Moye se acercó con aire desdehoso y me acusó: -PCapaz que inventas todo para escaparte. Bruce le creyó; bufó y, rodeando a Moye con el brazo, se dio la vuelta para marcharse. - Si quieres seguir con tu numerito, te encerraré más días. Entré en pánico y seguí golpeando la puerta. -iBruce, no te miento! jEs mi padre y se está muriendo! -grité, y mi voz se quebró en un sollozo. Él ni siquiera se volteó, mientras se alejaba con frialdad. Sin opciones, me lancé contra la puerta, estrellando el cuerpo. iBang! ---- Sin embargo, una vez no bastó, por lo que lo hice de nuevo. Por fin, el cristal cedió; los bordes filosos me rajaron el brazo y la sangre brotó al instante. Tambaleante, corrí hacia la noche lluviosa. El aguacero caía como navajas, la oscuridad era total y lacalle estaba desierta. No hallé taxi, por lo que solo pude correr. La sangre y la Iluvia se mezclaban, goteando desde mis dedos hasta el asfalto helado. Cuando las piernas me flaquearon y estuve a punto de caer, un haz de luz rasgó la negrura y un sedán frenó frente a mí. La ventanilla bajó y un rostro severo me evaluó, antes de ordenar: - Sube rápido. Abríla puerta de un tirón y me metí, sin pensarlo dos Veces. El interior estaba en penumbra; en silencio, el ---- hombre me vendó el brazo con movimientos precisos, sin decir ni una palabra. Incliné la cabeza, agradecí en voz baja y me quedé en silencio. Me llevó al hospital; pero, al bajar, me detuvo. -PCelina, aléjate cuanto antes de quien no te ama. No vale tu humillación. Dejé mi tarjeta en tu bolso. Si me necesitas, Ilámame. Cuando llegué a la puerta de Urgencias, ya era tarde. - FEl paciente falleció y usted recién aparece! jVaya forma de ser hija! Con razón terminó en ese pozo: nunca hubo quien lo cuidara -me recriminó la enfermera sin piedad. Abracé el cuerpo frío de mi padre y Iloré desconsolada. Siempre culpé a papá por haber drogado a Bruce; incluso pensé que debia pagar con su vida. Pero, al verlo realmente muerto, solo sentí remordimiento y dolor. Velé su cuerpo un día y una noche; al aceptar la realidad, lIlevé el cadáver a la sala crematoria. ---- Con la urna en la mano fui a ver a mi madre; estaba tan enferma que no podía moverse. -Mamá, estoy tan cansada... Apenas dije eso, la voz se me quebró. Ella no reaccionó; parecía una cáscara vacía, con la mirada apagada. Entonces supe que a mi madre solo le quedaba esperar la muerte. Volví a la casa, y, en cuanto abrí la puerta, escuché risas. Bruce y sus mujeres estaban en la sala, celebrando entre carcajadas. Apretando la urna, me planté ante él y, con voz helada, dije: - Bruce, rompamos el vínculo. Él arqueó una ceja, rebosante de desdén. - iA dónde saliste? ;Fuiste a ver a algún macho callejero? -Asumo los errores del pasado -dije, pronunciando cada palabra con calma-. Diez afos son suficientes; estoy agotada. Déjame libre. Ya... no te amo. ---- Se quedó mudo un instante. Sin embargo, antes de responder, Moye se coló, rebuscó en mi bolso y sacó una tarjeta. -iMira nada más! ;Por qué traes la tarjeta de Wolvent? Un estremecimiento me recorrió: así se Ilamaba aquel hombre, Wolvent, Alfa del Clan Luna Oscura, el cual competía con el Clan Oscuros y cuyos Alfas se odiaban a muerte. Bruce nunca había visto a Wolvent, pero lo consideraba su enemigo natural. Intenté explicar, pero Bruce me cruzó la cara de una bofetada. - iLo estás engatusando? -rugió, con los ojos inyectados de furia- . éYa no me amas porque te enamoraste de él? iTienes idea de quién es? Moye aprovechó para empujarme. Caí al suelo; la urna chocó contra las baldosas y se hizo afiicos con un «jcrack!» Las cenizas se esparcieron, y mi corazón quedó tan deshecho como aquel polvo gris. ---- Me agaché de inmediato, dispuesta a recoger los restos con las manos. Pero, aún no rozaba las cenizas, cuando Moye se abalanzó hacia adelante, aplastó los fragmentos con el pie y, al caer frente a mí, lanzó un alarido. -iMi cara! -gritó, cubriéndose el rostro. Un hilo de sangre le corrió por la frente: se había golpeado con la esquina de la mesa de centro. -iFue ella! -Me sefialó, Ilorando - . jQuiere deformarme la cara! Me quedé paralizada; ni siquiera la había tocado. Bruce irrumpió, alzó a Moye en brazos y, fuera de sí, me rugió: -iCelina, estás loca! jSi queda marcada, te vas a la tumba con tu padre!