---- Capítulog Incontables veces volví a casa despeinada y con la ropa bastante desarreglada. Alejandro solo me miraba con frialdad y preguntaba: "Lucía, éfandas haciendo cosas indecentes por ahí? Eres una nifia, équé diría tu madre?" Contenía las lágrimas y el Ilanto, pero no podía contener el agudo dolor en mi cuerpo y mi corazón. Quería contarle a Alejandro. Pero Yulia y unos chicos de la clase me habían quitado la ropa y tomado fotos demasiado humillantes. Con una sonrisa inocente, Yulia me amenazó enfurecida: "Si hablas, difundiré estas fotos. Ya veremos qué piensa Alejandro de ti entonces." ilmportaba si hablaba o no? No lo sabía. Empecé a tomar pastillas. Se me caía el pelo a manotadas, pero no servía de nada. Fui a terapia. El psicólogo me acarició la cabeza con una ternuray tierna preocupación que nunca había visto. Se me hizo un nudo en la garganta y 1loré. Jamás había recibido tanta bondad. - Eres bastante joven, Lucía -me dijo- . Tienes toda una vida por delante. No hay obstáculo alguno que no ---- puedas superar. Si no puedes hablar con tu familia, háblame a mí. Mi último resquicio de cordura me impedía lastimarme. Muchas veces tomé un cuchillo, queriendo cortarme los brazos y las mufiecas. Pero pensaba por un instante que mamá dio su vida para que yo viviera, para que yo valorara la mía. Si pudiera verme, se entristecería por esto. Me repetía una y otra vez: Merezco ser amada. Lo merezco con intensidad. Soy una buena nifia. Debería ser una princesita querida. Pero seguía siendo muy difícil.
