Capítulo 17: Con un pequeño gesto de asentimiento, Samuel respondió en un tono tranquilo y respetuoso: «Entendido, señor Wall». Mientras tanto, Sadie se arrastró hasta la puerta principal, con el cuerpo agotado. Se derrumbó en el sofá y rebuscó en su bolso en busca de su teléfono. La brillante pantalla se encendió, haciéndola entrecerrar los ojos ante la luz intensa. Su atención se centró rápidamente en la última publicación de Kyla en Instagram: un Bentley negro aparcado bajo la suave luz de las farolas, con una matrícula que le resultaba familiar y que le atravesó el corazón con una punzada de reconocimiento. En la foto, Kyla era la imagen de la felicidad, con un maquillaje impecable y una sonrisa dulce, mientras hacía un gesto de paz a la cámara. El pie de foto era aún más impactante. «Le dije que era tarde y, cuando me di cuenta, estaba cruzando la ciudad para venir a buscarme». Esas palabras atravesaron el corazón de Sadie con cruel precisión. No, Noah había elegido estar con Kyla. Una oleada de náuseas la abrumó, su visión se nubló y su estómago se retorció violentamente. Sadie se tapó la boca con una mano y se tambaleó hacia el baño, apoyándose en la pared con la otra mano mientras se inclinaba hacia adelante, sucumbiendo a las náuseas y vomitando miserablemente en el inodoro. Pero por más que Sadie intentara vomitar, solo el sabor amargo llenaba su boca. Abrumada, se desplomó contra la pared y se deslizó impotente hasta el suelo, mientras las lágrimas caían en cascada por sus mejillas. Tenía el corazón destrozado, cada fragmento palpitaba con un dolor profundo e implacable. Se había preparado para el divorcio, creyendo que estaba preparada. Sin embargo, en el instante en que vio la última publicación de Kyla, la cruda realidad la golpeó: había sobreestimado completamente su tolerancia. En la brillante pantalla del teléfono, la expresión de satisfacción de Kyla parecía burlarse de ella, ridiculizando su fragilidad y su confianza mal depositada. Los dedos de Sadie se pusieron blancos alrededor del teléfono, apretándolo con determinación. No podía soportar ni un segundo más a ese cabrón. El divorcio era la única forma de librarse de sus tonterías. Esta convicción creció dentro de ella, llenando cada rincón de su mente, sin dejar espacio para el descanso. Esa noche, el sueño la abandonó por completo. A la mañana siguiente, Sadie se arrastró fuera de la cama, con las secuelas de la noche evidentes en las ojeras que marcaban sus ojos. Su reflejo en el espejo era ceniciento, la viva imagen del agotamiento. Cogió su neceser de maquillaje, intentando ocultar los signos de su noche de insomnio con capas de base. Sin embargo, ningún cosmético podía ocultar el profundo agotamiento y la desesperación que se habían infiltrado en sus huesos. Esa insoportable publicación de Kyla fue todo lo que hizo falta: el último vestigio de autocontrol de Sadie se rompió como un hilo frágil. Se dio cuenta con dolorosa claridad de que algunas cosas simplemente no tenían remedio, por mucho que ella lo deseara. Tras respirar hondo para calmarse, Sadie dejó el estuche sobre la mesa con un suave clic. El divorcio era ahora su única opción. Era hora de forjar un nuevo camino, por su propio bien y por el del niño que llevaba en su vientre. Al entrar en la oficina, el día de Sadie dio un giro inesperado al tropezarse con Kyla.