Capítulo 16: Pero al ver la pantalla oscura, se dio cuenta de que la llamada había terminado hacía rato. La pantalla del teléfono reflejaba su expresión cada vez más sombría. La frustración bullía en su interior mientras arrojaba el teléfono sobre la mesa, incapaz de dar sentido a las emociones que se agitaban en su interior. —¡Maldita sea! —murmuró Noah entre dientes. En ese momento, un suave murmullo de susurros se coló a través de las delgadas paredes de su oficina. —¿Has visto las fotos? Sadie estaba muy acaramelada con dos hombres a la vez. —¿En serio? Me cuesta creerlo. Siempre me ha parecido una chica tan recta y elegante. —Bueno, las apariencias engañan, ¿no? Al oír esos fragmentos de conversación, el rostro de Noah se ensombreció y una tormenta se desató en sus ojos. Con un movimiento repentino y enérgico, abrió la puerta de la oficina de un golpe y clavó una mirada penetrante en el grupo de mujeres que cotilleaban fuera. Su voz cortó el aire, fría y aguda. —¿No tienen trabajo que hacer? Las mujeres palidecieron y una ola de miedo las invadió mientras bajaban la cabeza, sin atreverse apenas a respirar. —Señor Wall, lo sentimos mucho. ¡No volverá a pasar! Noah soltó un bufido desdeñoso, y su silencio fue tan condenatorio como cualquier palabra. Dando media vuelta, se retiró al refugio de su oficina. Incluso cuando volvió a su escritorio, su ira seguía ardiendo, apenas contenida. Cogió el teléfono y marcó un número. —Samuel, ven aquí. Ahora mismo. Samuel llamó suavemente a la puerta antes de entrar. —¿Necesita algo, señor Wall? —¿Qué pasa con esas fotos? —La voz de Noah cortó el aire, con un matiz de rabia apenas contenida en sus palabras. Samuel dudó un momento, con la mente acelerada para entender la pregunta de Noah. La comprensión se reflejó en sus ojos y rápidamente se recompuso. —Acabo de enterarme de este asunto, señor, y venía a informarle. Le tendió el teléfono a Noah. —También le he enviado las fotos a su teléfono. Noah aceptó el teléfono con un movimiento rápido y entrecerró los ojos mientras examinaba la imagen que se mostraba en la pantalla. En la foto aparecían él y Sadie. El fondo no dejaba lugar a dudas: había sido tomada a escondidas desde fuera del edificio de apartamentos de Sadie. En la foto, Sadie se aferraba a él con fuerza, en una postura tierna, mientras él la miraba con ternura, en una cercanía innegablemente íntima. Una sombra pasó por el rostro de Noah, que frunció el ceño y sus ojos se volvieron tormentosos e impenetrables. Al observar la expresión preocupada de Noah, Samuel actuó con cautela. Wall, ¿deberíamos aprovechar esta oportunidad para hacer que su matrimonio…? —No es necesario —lo interrumpió Noah bruscamente, con voz autoritaria. —No me importa cómo, solo averigüe quién tomó esas fotos y quién las publicó en Internet. Arrojó el teléfono sobre el escritorio con un estruendo, con la imagen inquietante del rostro fantasmal y angustiado de Sadie rondando en su mente. A medida que se acercaba la fecha definitiva del divorcio, deseaba desesperadamente evitar más complicaciones.
