Capítulo 29: Antes de que Sadie pudiera responder, Kyla desvió la mirada con indiferencia y disipó la tensión con un gesto de la mano. —Entremos. Mack, que notó el sutil cambio en el comportamiento de Sadie, se inclinó hacia ella y le susurró: —Sadie, no te preocupes por la bebida ni por lo que ha dicho la señorita Wade. Como es nueva en la empresa, quizá aún no entiende del todo cómo funcionan las cosas. Sadie esbozó una sonrisa forzada y murmuró: «Gracias, Mack». Al abrir la puerta de la sala apartada, se vieron inmediatamente envueltos por un aire de puro lujo. Sobre ellos, una lámpara de araña de cristal proyectaba una cascada de luces centelleantes sobre una mesa repleta de delicias gourmet y botellas de vino fino. La sala estaba impregnada del aroma intenso de perfumes caros, que se mezclaba sutilmente con un ligero rastro de humo de tabaco. Kyla entró con un elegante deslizamiento, con voz suave pero clara. —Señor Valdez, señor Crawford, espero no haberles hecho esperar demasiado. Los dos hombres, que hasta entonces habían estado charlando animadamente con sus acompañantes femeninas, dejaron de coquetear y se levantaron rápidamente. Sus expresiones se transformaron en una cortés impaciencia. —Oh, en absoluto, señorita Wade, ha llegado justo a tiempo —respondió uno de ellos, con un tono impregnado de suave admiración. —¡Desde luego! Teniendo en cuenta su apretada agenda, es un verdadero privilegio que haya podido dedicarnos un momento para cenar con nosotros —añadió el otro, con una amplia sonrisa de auténtico deleite. Kyla respondió con una sonrisa radiante que iluminó la sala, con los ojos brillando con picardía. —Me halagan, caballeros. Es un verdadero placer trabajar con ustedes. Tras intercambiar una ronda de cálidos cumplidos, todos se acomodaron en los lujosos sofás. La mirada de Platt Crawford se posó entonces en Sadie y Mack, deteniéndose con un indicio de interés indudable. —¿Y quiénes son estos dos? —preguntó Platt, con curiosidad. Kyla, fingiendo modestia, se apresuró a hacer las presentaciones. —Oh, son mis colegas. Noah pensó que quizá no era buena idea que bebiera mientras me recupero, así que me dejó traer a dos asistentes. ¡Espero que no les importe! Enfatizó el nombre «Noah» con un toque de orgullo, como para subrayar su conexión especial con él. Una sombra de incomodidad cruzó brevemente el rostro de Sadie, que entrecerró los ojos mientras una sutil ola de amargura la invadía. En el relato de Kyla, Noah era alguien de quien hablaba con entrañable familiaridad, mientras que Sadie quedaba relegada al papel de mera asistente. Los dos hombres, expertos en el arte de leer entre líneas, intercambiaron miradas cómplices. Platt soltó una carcajada que llenó la habitación. —He oído muchos rumores sobre lo unidos que están usted y el Sr. Wall —dijo con ligereza—. Ahora que lo veo con mis propios ojos, lo entiendo perfectamente… Ja, ja, ¿empezamos a elegir los regalos para la boda? Kyla disfrutó del cálido resplandor de los focos y miró brevemente a Sadie, que parecía perdida y abatida. Una sonrisa astuta se dibujó en los labios de Kyla mientras una sensación de victoria la invadía. Se inclinó ligeramente y, con un tono juguetón y ambiguo, se dirigió a Platt. —Debe estar bromeando. Wall se preocupa por todos sus colegas, ¿no? Hizo una pausa, dejando que las palabras resonaran, con un tono burlón y sugerente. «Después de todo, su amabilidad con su equipo es legendaria». Sus palabras, cuidadosamente elegidas, bailaban alrededor de la verdad, insinuando pero sin confirmar los rumores sobre su relación con Noah. Esta insinuación velada dejaba espacio para especulaciones desenfrenadas, despertando la imaginación de sus oyentes. Los miembros más experimentados del grupo, versados en las sutilezas corporativas, captaron el sentido de sus insinuaciones y se intercambiaron miradas cómplices, con sonrisas en los ojos. Cuando la conversación pasó a asuntos más urgentes, Mack cambió de tema, con un tono de voz que denotaba apoyo.