Capítulo 31: Con mano temblorosa, Sadie cogió la botella y se sirvió medio vaso de vino. Normalmente, el vino era un consuelo familiar, pero esa noche, con el nerviosismo revolviéndole las entrañas y sabiendo que estaba embarazada, le parecía una traición. Las miradas inquisitivas de los espectadores la quemaban, fijándose en cada uno de sus movimientos. Kyla observaba desde el otro lado de la sala, con la barbilla apoyada en los dedos entrelazados y una sonrisa burlona en los labios. Sus ojos brillaban con sorna, disfrutando del drama que se desarrollaba con alegría depredadora. A Mack se le formó un profundo arrugón en la frente mientras se detenía, claramente indeciso sobre si hablar o no. Platt, sin embargo, observaba con expectación, como si estuviera esperando a que comenzara el evento principal. Bajo la intensa mirada de los que la rodeaban, Sadie respiró hondo y echó la copa hacia atrás, bebiéndose el vino de un solo trago con determinación. En el momento en que el líquido le quemó la garganta, sintió un intenso ardor que le provocó un violento ataque de tos. Su cuerpo se dobló en respuesta, con las manos agarradas al borde de la mesa para apoyarse, en una postura que denotaba un gran sufrimiento. —Oh, Dios mío, Sadie —exclamó Kyla, con voz cargada de fingida preocupación, mientras se cubría delicadamente la boca con una mano delgada y sus ojos brillaban con malicia—. ¿De verdad es eso todo lo que puedes aguantar? No estarás fingiendo, ¿verdad? La expresión de Mack se suavizó y la preocupación se apoderó de sus rasgos. —¿Estás bien, Sadie? —preguntó con voz suave y llena de preocupación. Sadie hizo un gesto con la mano, en un débil intento por disipar su preocupación. Las palabras le fallaron mientras la confusión se agitaba en su estómago, dejándola casi sin voz. —De verdad, señorita Hudson, si no quería beber, solo tenía que decirlo. ¿Pero beber y luego montar semejante espectáculo? ¿Qué está intentando demostrar? ¿Me está desafiando? —La expresión de Platt se ensombreció, su descontento era palpable al ver el estado desaliñado de Sadie. La atmósfera en la sala privada se volvió tensa, el aire se cargó de un silencio incómodo. En medio de todo esto, Kyla carraspeó con una risita incómoda y luego se volvió hacia Platt con aire apologético. —Señor Crawford, lamento mucho este desliz. Parece que no he disciplinado lo suficiente a mi equipo. Por favor, no se lo tome a pecho. Kyla se volvió bruscamente hacia Sadie, adoptando una actitud severa y reprochadora. —Señorita Hudson, ¿qué le pasa hoy? Nunca se había comportado así. Rápido, pídale perdón al señor Crawford, ¡es uno de nuestros clientes más importantes! —Sus palabras rompieron el silencio, agudas y acusadoras, y quebraron la compostura de Sadie. Tras luchar contra una oleada de náuseas, Sadie consiguió recuperarse. Levantó su pálido rostro y entrecerró los ojos al percibir el destello de satisfacción que bailaba en los ojos de Kyla. Con una sonrisa fría y burlona, Sadie replicó: «Kyla, ¿esto es lo mejor que sabes hacer, recurrir a intrigas tan mezquinas?». Su voz, aunque suave, tenía un tono escalofriante que borró al instante la sonrisa de satisfacción del rostro de Kyla. Kyla, desconcertada, luchó por responder. Ignorando el estado de nerviosismo de Kyla, Sadie se puso en pie. Sabía que tenía que marcharse, ahora más que nunca. Con pasos temblorosos, salió de la sala privada, cada paso resonando con su determinación de escapar de aquel ambiente asfixiante. Mientras Sadie corría hacia el ascensor, sus pensamientos chocaban entre sí como una tormenta, pero una determinación se abrió paso entre el caos: no toleraría más que la maltrataran o la intimidaran, y menos aún Kyla. Justo cuando su determinación se solidificó, el ascensor se abrió. En su prisa, Sadie entró corriendo y chocó con un hombre que salía del ascensor. El impacto le hizo estremecer todo el cuerpo. A través de la fina tela de su camisa, Sadie podía sentir los contornos firmes de sus músculos, un claro indicio de su fuerza física. El rostro del hombre se torció en un gesto de disgusto y dejó escapar un gruñido de irritación mientras se preparaba para regañar a la intrusa descuidada. Sin embargo, su reprimenda se detuvo cuando su mirada se posó en Sadie, la misma mujer que se suponía que debía estar descansando en casa. Una oleada de frustración se acumuló en su interior, amenazando con desbordarse.