Capítulo 32: Con un agarre firme, sujetó a Sadie por los hombros, frunciendo aún más el ceño. —Sadie, ¿qué demonios haces aquí? —le espetó con dureza. Al inclinarse hacia ella, el inconfundible olor a alcohol lo golpeó y su ceño fruncido se convirtió en un gesto de disgusto. «¿Has estado bebiendo?», preguntó, sin ocultar su descontento. En el momento en que sus cuerpos chocaron, Sadie lo reconoció inmediatamente por su característica fragancia fría y amaderada: Noah. Darse cuenta de ello solo avivó su deseo de huir. En el fondo, creía que si Noah no hubiera estado apoyando a Kyla, esta no se habría atrevido a atacarla tan descaradamente. En ese momento, Sadie se sintió abrumada por la incomodidad, sus sentidos se agudizaron hasta alcanzar una intensidad insoportable. Aunque el contacto de Noah había sido suave, un dolor sordo le latía en los hombros. —¡Quítame las manos de encima! ¡Déjame ir! —gritó, con la voz temblorosa por la desesperación. Su súplica solo pareció provocar a Noah, que respondió apretándola con más fuerza. La atrajo hacia su pecho, sin aflojar el agarre, y le habló en un tono escalofriante. —No puedes resistirte a causar problemas, ¿verdad, Sadie? Ya no te estás conteniendo, ¿eh? La imponente presencia de Noah rodeaba a Sadie, y su corazón se contrajo dolorosamente, como si estuviera atrapado en un tornillo, dejándola sin aliento. Durante un instante, Sadie dejó de forcejear y se permitió sentir la estrechez de su abrazo. Cuando habló, su voz era temblorosa y cargada de lágrimas. —¿Qué he hecho para merecer esto? —preguntó con la voz entrecortada—. Desde que volvió el amor de tu vida, no me he interpuesto en tu camino, accedí al divorcio. Incluso me fui de nuestra casa para mantener la paz, ¡pero parece que tú y ella no podéis dejarme en paz!». En medio de su torbellino emocional, Sadie desató un torrente de sentimientos reprimidos. Mientras la escuchaba, Noah sintió una retorcida sensación de triunfo. ¿Podrían sus recientes acciones erráticas ser una señal de que su amor por él seguía ardiendo con demasiada intensidad como para extinguirse? Pensando en los años de profundo afecto que Sadie le había mostrado, Noah se dio cuenta de que no era tan fácil dejarla marchar. Quizás su actitud había sido demasiado dura. Exhaló un suspiro pesado y resignado, indicando un compromiso a regañadientes. «Está bien, frenemos el divorcio por ahora. Tómate todo el tiempo que necesites para adaptarte, pero ten claro que no me quedaré para siempre». Sadie sintió una punzada en el corazón al oír sus palabras. ¿De verdad creía que necesitaba tiempo para adaptarse a la idea de su separación? Una sonrisa amarga se dibujó en sus labios mientras las lágrimas caían en cascada por sus mejillas. —Noah, tu crueldad no tiene límites —dijo con voz fría y distante mientras apartaba la cabeza y cerraba los ojos para no verlo—. No necesito tiempo para adaptarme. Puedes desaparecer de mi vida cuando quieras, ¡sería mejor que no volvieras nunca!». Una sombra se cernió sobre el rostro de Noah, y su aura se volvió gélida y amenazante. No podía creer que se atreviera a hablarle así. Agarrándola por la barbilla, la obligó a mirarlo, con voz aguda y autoritaria. «Sadie, no lo olvides: ¡sigues siendo mi esposa!». —¿Esposa? —Los labios de Sadie se curvaron en una sonrisa amarga mientras se enfrentaba a Noah—. Dime, Noah, ¿de verdad soy tu esposa? ¿O solo otra posesión que crees que puedes desechar cuando ya no te sirva? —¡Noah! —En ese momento, una voz suave y melodiosa resonó en el pasillo. Noah levantó la mirada y vio a Kyla emergiendo desde el otro extremo del pasillo. Llevaba un vestido blanco vaporoso y su figura era etérea, casi como una muñeca de porcelana que había cobrado vida. Cuando Sadie se había marchado enfadada, Kyla la había seguido, con pasos ligeros, anticipando el sufrimiento de Sadie y dispuesta a echar más leña al fuego. Sin embargo, la escena que se presentó ante Kyla no era la debacle que había imaginado. Se quedó impactada al ver a Sadie, ahora acunada con seguridad en los brazos de Noah.