Capítulo 38: Noah se detuvo, sorprendido por su creciente irritación. En realidad, no sabía qué esperaba que ella dijera; era su actitud indiferente lo que le molestaba. Aprovechando el momento, la acercó un poco más a él, con expresión seria. —Nunca dejas de agitar las cosas, ¿verdad, Sadie? Sabías que estabas enferma, pero eso no te impidió venir a esta cena. ¿Así que crees que la empresa es incapaz de cerrar un trato si tú no estás involucrada? —¡Estás siendo irrazonable, Noah! —espetó Sadie, con la frustración a flor de piel. Noah había oído a Kyla admitir que prácticamente la había arrastrado a este evento. Sin embargo, ahí estaba él, convenientemente pasando por alto a la verdadera culpable y echándole toda la culpa a ella. ¿De verdad la estaba acusando de haberlo provocado ella misma? Exasperada y harta de la confrontación, Sadie se soltó de su agarre, paró un taxi y desapareció en la noche sin mirar atrás. Cuando el taxi desapareció en la noche, el rostro de Noah se contorsionó en una mueca aterradora. La ira que irradiaba era palpable, su frustración hervía mientras daba una fuerte patada a la barandilla. El sonido del cuero golpeando el metal rompió el silencio, resonando de forma ominosa. Desde la distancia, Kyla había observado cada momento de la discusión, con los ojos fijos en el drama que se desarrollaba. Cuando Noah y Sadie se separaron bajo una nube de discordia, una sonrisa de satisfacción se extendió lentamente por el rostro de Kyla. Después de dejar que Noah se calmara un poco, Kyla se acercó a él con pasos deliberados, con la voz llena de fingido remordimiento. «Noah, no puedes culpar a Sadie por su reacción. Ha sido culpa mía, hoy he cometido un error y la he molestado. Mañana lo arreglaré; será lo primero que haga en la oficina». Bajó la mirada, dejando que las sombras de sus pestañas cayeran sobre sus mejillas, y su voz se volvió suave. —No hace falta —espetó Noah, con voz gélida, teñida de una irritación casi imperceptible—. Ella es la que se ha metido en este lío. Si no se encontraba bien, podría haberlo dicho, ¿no? La expresión de Kyla se tensó y sus rasgos se endurecieron. Aunque Noah parecía estar reprendiendo a Sadie, estaba claro que sus palabras estaban teñidas de preocupación, no de desdén. Echó un vistazo a su teléfono. La llamada había terminado. Una sonrisa fría volvió a dibujarse en sus labios. La tenue luz de la pantalla resaltaba su piel impecable, pero no lograba ocultar el brillo astuto de sus ojos. Minutos antes, en el asiento trasero del taxi, Sadie tenía toda la intención de cerrar los ojos y encontrar un momento de respiro. Pero el estridente sonido de su teléfono rompió el silencio. Era Kyla quien llamaba. Con el ceño fruncido por la irritación, Sadie instintivamente buscó el botón de rechazar. Sin embargo, en su prisa, su dedo rozó la pantalla táctil y, sin darse cuenta, aceptó la llamada. La voz de Noah irrumpió por el altavoz, y sus palabras la golpearon como una bofetada fría e inesperada. La cruda acusación en su tono la dejó atónita, con un escalofrío recorriendo su espalda. ¡Así que él realmente creía que todas sus desgracias eran culpa suya! Una aguda punzada de traición le retorció el pecho, como si le hubieran partido el corazón en dos y se estuviera desangrando en silencio. Apretó el teléfono con fuerza, hasta que los nudillos se le pusieron blancos, pero sus ojos permanecieron secos. Se negó obstinadamente a derramar una sola lágrima. Al día siguiente, Sadie entró en las oficinas del Wall Group como si nada hubiera cambiado. Sin embargo, mientras se ponía manos a la obra, Tina se acercó a ella con una mirada inquisitiva. —Sadie, ¿qué relación tienes exactamente con el Sr. Wall? —La voz de Tina estaba cargada de curiosidad y su mirada era penetrante. Sadie sintió un nudo en el pecho, pero disimuló su incomodidad con un encogimiento de hombros y preguntó: —¿A qué te refieres? —¡El Sr. Wall te ha rescatado como un caballero andante! declaró Tina, alzando la voz con tono teatral mientras imitaba el tono de Noah. «Tiene dos opciones, Sr. ¡Beber hasta morir o sentarse y ver cómo se derrumba su empresa! ¿No es increíble?». Sus ojos brillaban con admiración descarada mientras parpadeaba rápidamente, claramente cautivada por la historia.
