Capítulo 41: Mientras tanto, Tina se inclinó hacia Sadie y le susurró: «Sadie, ¿no te parece que Kyla es un poco astuta? Si realmente quería disculparse contigo y con Mack, ¿no habría sido más apropiado hacerlo en privado? Es bastante obvio que está convirtiendo vuestros problemas en un truco publicitario para quedar bien». Sadie esbozó una sonrisa irónica en respuesta, entrecerrando ligeramente los ojos. Fiel a su estilo, Kyla sabía exactamente cómo montar un espectáculo, dando forma a la historia para que se ajustara a sus necesidades. Como si fuera una señal, cuatro fornidos guardaespaldas vestidos con uniformes negros hicieron su entrada, llevando dos enormes cubetas de batidos. El espectáculo atrajo miradas intrigadas y especulaciones en voz baja desde todos los rincones de la sala. Kyla se detuvo en la entrada de la oficina de la secretaria, con una sonrisa radiante y cálida mientras supervisaba a los guardaespaldas que colocaban una variedad de batidos de colores sobre la mesa. Con un gesto teatral, comenzó a repartir con elegancia los dulces. —¡Gracias, Kyla! —Kyla, eres un tesoro. —Kyla, esto es más que un detalle por tu parte. Mientras se deleitaba en el resplandor de la admiración, la sonrisa de Kyla se amplió y sus ojos brillaron con el placer de ser el centro de atención, la titiritera de su propia gran obra. Cuando solo quedaban dos batidos, miró a su alrededor y preguntó con voz suave y acogedora: «¿Hay alguien que no haya recibido su batido?». Tina intercambió una mirada vacilante con Sadie, con expresión dividida. El peso de la lealtad le oprimía el corazón. Sadie se había convertido en algo más que una compañera de trabajo; era una amiga, alguien a quien Tina estaba dispuesta a apoyar sin dudarlo. Sin embargo, la perspectiva de ser la única rebelde en rechazar la oferta de Kyla se cernía sobre ella como una nube oscura, una marca de rebeldía que podría aislarla en ese entorno de oficina tan unido. Sadie captó el destello de conflicto en los ojos de Tina y sintió una oleada de cálida gratitud mezclada con preocupación. Apreciaba mucho el apoyo de Tina, pero era muy consciente de las posibles repercusiones que podría tener para su amiga en un entorno tan escrutador. Sadie dio un codazo a Tina en el brazo, lo justo para llamar su atención, y le dijo en voz baja: «Ve a por el batido. Yo estoy bien, de verdad. No te preocupes por mí». Tina dudó, mordiéndose nerviosamente el labio, antes de levantar la mano con renuencia y decir: «¡Yo!». Kyla le pasó la bebida helada a Tina, dirigiendo la mirada hacia Sadie con aire despreocupado y una sonrisa radiante. «Y Sadie, esta es para ti». Le ofreció la última taza con calidez, como si fueran amigas que se reencontraban después de mucho tiempo. Sadie miró la cremosa mezcla, el aroma penetrante de la leche fresca la golpeó con fuerza, el olor azucarado casi abrumador, revolviéndole el estómago. Con un sutil paso atrás, bajó la voz y declinó amablemente. «No, gracias. De hecho, soy alérgica a los batidos». Se hizo el silencio en la sala mientras las miradas curiosas se cruzaban entre Sadie y Kyla. La negativa de Sadie, que pretendía ser discreta y educada, pareció tocar una fibra sensible. La expresión de Kyla cambió sutilmente, bajó la mirada y sus pestañas proyectaron sombras sobre sus mejillas de porcelana. Su voz estaba teñida de dolor, casi imperceptible. «Sadie, parece que sigues guardándome rencor. ¿Por qué si no te inventas una excusa tan ridícula como que eres alérgica a los batidos solo para rechazarme?». Esa única y mordaz frase trazó una línea clara entre Sadie y todos los demás en la sala. Como era de esperar, rápidamente se desató una ola de críticas dirigidas a Sadie con palabras duras e implacables. «Sadie, eso ha estado fuera de lugar. Kyla ha admitido su error y se ha disculpado sinceramente, ¡no se lo pongas más difícil de lo necesario!».
