Capítulo 7: Kyla abrió mucho los ojos fingiendo sorpresa al ver a Sadie. —Hola, tú eres una de las empleadas de Noah, ¿verdad? Isabel intervino con tono venenoso, sin disimular su desdén: «¿Así es como la ha presentado Noah? Viendo el desastre que es, está claro por qué no quiere admitir su relación». Luego se volvió hacia Kyla y le dio una palmadita en la mano con aprobación. «Afortunadamente, has vuelto, Kyla». Kyla le lanzó una mirada de disculpa a Isabel. —Lo siento, Isabel. Fue un error irme a estudiar al extranjero. Si no lo hubiera hecho, Noah y tú no habríais tenido que preocuparos todo este tiempo. Isabel resopló con desdén. —Bueno, menos mal que has vuelto. Algunas personas que se han quedado más de la cuenta por fin tendrán que apartarse. —¡Ya basta! —espetó Nigel, con una mirada que cortó la tensión y dejó a Isabel sin habla. Sadie e Isabel nunca se habían llevado bien. Isabel, que siempre había mirado a Sadie por encima del hombro, la consideraba nada más que una heredera en bancarrota que intentaba hacerse con la enorme fortuna de los Wall. En el pasado, Sadie había tenido que navegar por esas aguas traicioneras con elegancia, tragándose su orgullo incluso cuando se sentía profundamente agraviada. Pero ahora, con el proceso de divorcio asomando en el horizonte, ya no se sentía obligada a humillarse ante Isabel. Ignorando el ambiente gélido, Sadie cruzó con paso firme la sala hasta donde estaba sentado Nigel y se sentó a su lado. En ese momento, Noah abrió la puerta y entró. En cuanto entró, Kyla se levantó de un salto y se acercó a él, pasando el brazo por el suyo. —Noah, por fin has vuelto —dijo con voz melosa, como la de una esposa que ha esperado durante mucho tiempo el regreso de su marido. La reacción de Noah fue rápida y fría. Apartó el brazo y entrecerró los ojos. «¿Qué haces aquí?», preguntó con tono gélido. Antes de que Kyla pudiera responder, Isabel intervino con suavidad: «Está aquí porque yo la he invitado. Hacía mucho que no venía, así que pensé que podríamos ponernos al día». Dos años antes, Isabel había sido víctima de una desastrosa estafa de inversiones y había perdido una suma considerable. Fue Kyla quien intervino para desenredar el lío, un gesto que había consolidado silenciosamente su estatus en los ojos de Isabel como la nuera preferida. Kyla lanzó una mirada triste a Sadie, con la voz ligeramente temblorosa. —Quizá no debería haber venido. Será mejor que me vaya. No quiero causarte ningún problema, Noah». Se giró dramáticamente hacia la puerta. Noah, visiblemente molesto pero conteniéndose, la detuvo y le dijo: «No, no le des más vueltas. Quédate». Sadie observaba la escena desde un lado, con el corazón encogido por una amarga sensación de ironía. Oficialmente, era la esposa de Noah, pero estaba allí sentada, sintiéndose más como una intrusa indeseada en su vida. La inquietud se apoderó de ella, haciéndole imposible seguir pasiva. —¿Vamos al estudio, Nigel? —sugirió Sadie, con una voz más firme de lo que se sentía. Nigel, apoyándose pesadamente en su bastón, respondió con una mueca de desprecio: —Puede que sea viejo, pero aún me queda algo de fuerza. En cuanto a mi nieta política, Sadie es la única que reconozco. ¡Las demás ni siquiera se acercan! Hizo una pausa para enfatizar, endureciendo el tono. —Y que quede claro: si me entero de que alguien aquí hace daño a Sadie, puede decir adiós a su parte de la herencia. Ante esta declaración, Kyla apretó los puños, clavándose las uñas en las palmas, con un claro destello de celos en los ojos.