Capítulo 8: Isabel, visiblemente molesta, se mordió el labio, conteniendo las palabras. Noah se irritó ante la confrontación, detestando la sensación de verse acorralado, especialmente por Nigel. —Entonces adelante, dona tus acciones —replicó con dureza, tirando del brazo de Kyla para marcharse. —¿Qué acabas de decir, mocoso desagradecido…? —La voz de Nigel temblaba de furia, y su cuerpo se sacudía mientras luchaba por mantener la compostura. Rápidamente, Sadie le ofreció su apoyo y lo guió al refugio del estudio. Una vez dentro, habló en voz baja y con un tono lleno de resignación. —No te molestes en obligarlo, su corazón nunca fue mío. Al ver su actitud serena, Nigel exhaló un profundo suspiro, mezcla de admiración y tristeza. —Es una pérdida para Noah, no para ti. En el fondo, sabía que por mucho que lo deseara, no podía dirigir la vida de la generación más joven. Le dolía ver a Sadie maltratada. Con aire resignado, sacó un documento del cajón y lo puso delante de ella. —Sadie, por favor, firma esto. En el momento en que Sadie vio la palabra «acciones» en el contrato, una tensión repentina y punzante se apoderó de su cabeza. Con mano firme, deslizó el documento por la mesa, con voz firme pero teñida de resignación. —Esto no me pertenece. Me casé con Noah sabiendo perfectamente que había otra persona en su corazón. Ahora que ella está aquí, lo lógico es que pongamos fin a nuestro matrimonio. Con expresión solemne, Nigel se aventuró con cautela: —Sadie, ¿alguna vez te has arrepentido de casarte con Noah? Su pregunta, inesperada y directa, hizo que Sadie se detuviera. Se quedó momentáneamente desconcertada, luego esbozó una sonrisa amarga mientras negaba con la cabeza. «No, no me arrepiento», admitió, con la voz teñida de una triste determinación. A pesar del dolor abrasador, su amor por Noah era algo de lo que nunca podría arrepentirse. Sin embargo, ese amor se había vuelto demasiado pesado, a punto de aplastarla. Sadie se negó a firmar el documento. Nigel, al ver que no podía convencerla, le entregó una tarjeta. Cuando ella se levantó para marcharse, le dijo que si se volvía insoportable, no tenía por qué seguir sufriendo. Nigel quería a Sadie con el cariño que se le tiene a una nieta querida, aunque eso significara enfrentarse a su propio nieto. Después de alejarse de la grandiosidad de Wall Manor, Sadie no regresó a la casa que aún compartía con Noah. En su lugar, encontró consuelo en un modesto apartamento con servicios gestionado por un hotel. Tenía un dormitorio y una sala de estar, completamente amueblado, que le ofrecía soledad a un precio asequible. Sadie llegó a apreciar este pequeño y acogedor refugio. Lo más importante era que estaba libre de la presencia de Noah y de los recuerdos dolorosos que lo rodeaban. Después de darse una ducha refrescante, Sadie revisó sus contactos y sintió una punzada de impotencia. Por más que lo pensara, no tenía a nadie que pudiera fingir que era su novio. ¿Qué excusa podría darle a Laura por presentarse sola? Una ola de frustración la invadió, lo que la llevó a pasarse los dedos por el pelo con nerviosismo. Aceptando lo inevitable, se rindió a lo que fuera que sucediera a continuación. Si la presionaban, le diría la verdad a Laura, sin rodeos. Con la mente algo más tranquila, Sadie se entretuvo ordenando el espacio. Afortunadamente, el pequeño que se acurrucaba en su interior se mostraba cooperativo hoy y no le causaba ninguna molestia.
