Capítulo 9: Justo cuando estaba absorta en su frenesí de limpieza, su teléfono vibró. El corazón de Sadie dio un vuelco. Estaba indecisa entre contestar o ignorar la llamada, pero al final decidió contestar. La voz de Noah, fría y cortante, rompió el silencio. —¿Dónde demonios estás, Sadie? ¿Por qué no estás en casa? No estarás causando problemas otra vez, ¿verdad? —¿Yo? ¿Armando problemas? —La risa de Sadie estaba teñida de amargura—. Teniendo en cuenta que nos estamos divorciando, no veo por qué te importa dónde estoy. —Escucha —interrumpió Sadie, con tono firme pero frío—. He aceptado el divorcio. No voy a aferrarme a ti. Y te agradecería que dejaras de molestarme, señor Wall. Con un clic decisivo, Sadie terminó la llamada, dejando a Noah enfurecido al otro lado de la línea. Su rostro se retorció de ira cuando se cortó la comunicación. ¡Cómo se atrevía esa mujer a colgarle! En los días siguientes, Sadie evitó meticulosamente cualquier encuentro con Noah. Dado que ambos trabajaban en Wall Group, era casi increíble que sus caminos nunca se cruzaran. Sadie trabajó sin descanso, decidida a terminar el proyecto que tenía entre manos. Una vez terminado, se aseguraría de que el divorcio fuera definitivo, luego presentaría su renuncia y dejaría atrás Wall Group. Cuando la semana llegó a su fin y comenzó una fresca mañana de sábado, Sadie, con una caja de los pasteles favoritos de Laura en las manos, se dirigió al viejo y familiar edificio de apartamentos de la profesora. Laura, una dedicada profesora de primaria desde hacía muchos años, seguía viviendo en el modesto edificio de apartamentos. Justo cuando Sadie recorría el camino cubierto de hojas que separaba el patio del colegio del edificio, se sobresaltó al oír la voz de Alex, teñida de sorpresa. —¿Sadie? ¿Qué te trae por aquí? —preguntó él, arqueando las cejas con curiosidad. Sadie se dio la vuelta para mirarlo, con una expresión de sorpresa en el rostro. —Oh, mi abuela vive aquí. ¿Y tú? —respondió, con un tono que mezclaba asombro y curiosidad. Los ojos de Alex se abrieron aún más, con una expresión de sorpresa en el rostro. —¿En serio? Nunca te había visto por aquí. Noa… eh, quiero decir, yo iba al colegio aquí. Tartamudeó, agitando un montón de documentos. —Ahora mismo estoy trabajando en unos planes para ampliar el colegio. Sadie asintió con la cabeza, comprendiendo, y le dedicó una sonrisa. —De pequeña solo venía aquí una o dos veces al año, así que es probable que no nos hayamos visto —explicó con voz firme y tranquila. Mientras Sadie se disponía a despedirse de Alex y seguir su camino, Laura salió del edificio con una sonrisa brillante y acogedora. Sus ojos se posaron en Alex y, al acercarse a él, le transmitió calidez y le puso una mano en el hombro con delicadeza. —Joven, ¿cómo te llamas? —preguntó con tono amistoso y curioso. Alex, un poco desconcertado por el ferviente saludo de Laura, respondió con cautela: «Oh, usted es la abuela de Sadie, ¿verdad? Encantado de conocerla, soy Alex Howe». Su encanto bastó para que la sonrisa de Laura floreciera sin esfuerzo. Mientras tanto, Sadie se quedó en un segundo plano, intuyendo que aquel alegre encuentro podría dar pronto un giro incómodo. «No, abuela, tú…», intervino, tirando de la manga de Laura. Sin embargo, Laura le lanzó una mirada juguetona y burlona y se rió entre dientes. «¿Cómo que no? Tú lo has traído aquí y ahora te pones nerviosa». La confusión se apoderó del rostro de Alex. Le llevó un momento darse cuenta.