---- Capítulo 9 Los tres, reprendidos, agacharon la cabeza sin decir una sola palabra. No pude evitar reir en silencio. Si se trataba de lanzar verdades como dardos envenenados, nadie como Lucía. Su lengua siempre tuvo filo y veneno. AAl verlos Ilegar, Lucía se sacudió el polvo de la ropa, se puso de pie y se marchó con paso firme. Mi familia colocó toda la comida frente a mi lápida. Se sentaron a hablar conmigo. Mi madre tenía los ojos completamente nublados de tanto llorar. Mis padres, encorvados por el peso de la culpa y los afios, apenas se sostenían. David, en plena edad adulta, ya tenía el cabello Ileno de canas. Habia perdido todo el encanto por el que alguna vez me enamoré de él Mientras hablaban, mi madre volvió a Ilorar. Tuvieron que consolaria y Ilevársela poco a poco. Frente a mi tumba quedaron los dulces más variados, vestidos hermosos que de nifia nunca me compraron, fotografías mías editadas para que pareciera que viajé al mar, y ese anillo... el que siempre quise, colocado con cuidado entre todo. Resulta que mis padres si sabían lo que me gustaba de nifia, lo que más deseaba, lo que me dolia. ---- Sabían que los nihos también sufren. Solo que eligieron ignorarlo. Se hicieron los sordos, los ciegos, los tontos. -Evina, al fin la vida fue justa: Laura recibió su castigo -dijo Lucia una tarde, sentada conmigo. -En su momento fingió haber sido envenenada... ahora si lo está de verdad. Se metió con quien no debia: en la cárcel ofendió a una reclusa que era química, fabricaba drogas. Desde entonces, le fue poniendo pequeias dosis en el agua. Hace poco, le diagnosticaron que no hay cura. Se está muriendo lenta y dolorosamente. -Evina, Roberto ya fue ejecutado. -Demasiado rápido, si me preguntas. Lo mínimo que merecíia era una muerte lenta y cruel. Ya no sé cuántos aíios pasé bajo este árbol de osmanthus. Solo sé que Lucia venía a verme casi cada semana. Con el tiempo, su rostro se fue marcando de arrugas sutiles, pero siempre soltera. Yo pasaba mis dias sentada bajo el árbol, dejándome Ilevar por el viento, volando entre las ramas y regresando. Era lo único que me quedaba Hasta que, un día, Lucía ya no vino sola. ---- A su lado venía un hombre. Su compatíero. Me contó que se irían lejos, que ya no podría venir cada semana. Volé hacia una rama alta y dejé caer una flor fresca en su mano. "Cuando la flor se agita con el viento, es porque una amiga me acompaãa..." Lucia miró la flor y, entre lágrimas, sonrió. Se marchó con su amor, con esperanzas nuevas y mi bendición en las manos. Las visitas semanales se volvieron anuales. Y Lucia, que antes siempre venía sola, empezó a traer consigo a su pareja... y luego a una nifia pequeha que los seguía de la mano. Me sentí en paz. Todos los días los bendecia en silencio. Qué hermoso fue ver a aquella niõia que una vez estuvo encerrada en un ático vivir ahora rodeada de amor y abundancia. El tiempo siguió su curso. Lucía me contó que Laura murió en prisión, envenenada. Mis padres no tardaron mucho en seguirla. Se consumieron en tristeza y culpa. El nifio que le habían dejado a David fue recogido por los padres de Roberto. Y David se arrojó desde el piso dieciocho al día siguiente. ---- Murió al instante. Yo solo bajé la cabeza y comencé a dibujar círculos en la tierra. La vida... la vida es un círculo. Y todos, tarde o temprano, me dijeron adiós. La hija de Lucía fue creciendo. Venían a visitarme y me saludaban. Cada vez que lo hacían, el árbol suavecito, como si respondiera por mí. No sé cuántos aíios han pasado desde que morí Solo sé que mi alma se volvió más y más ligera, cada vez más transparente. -iLucia... adiós! jNiõos, adiós! Ya era hora. Ya era momento de irme. Le agité la mano a Lucia, y justo antes de desvanecerme por completo, la vi con los ojos inundados en lágrimas, devolviêndome el gesto con una sonrisa trémula: -Evina. jAdiós! En otra vida, juro que volveremos a ser hermanas.