---- Capítulo 02 Eran casi las tres de la madrugada cuando Santiago finalmente regresó, No encendí la luz, sino que me quedé hundida en el sofá, observándolo en silencio. Pero él si la encendió. Al verme ahí sentada, esperándolo, se quedó inmóvil un segundo. Luego, caminó lentamente hacia m. -Ya lo sabes -dijo, tragando saliva, con una tensión apenas disimulada. Asentí con la cabeza. Después de cinco aíios juntos, nos conocíamos demasiado bien. Promesas inesperadas. Camisa arrugada. Calcetines distintos. Todo gritaba lo mismo: culpa. Nervios. Miedo. Y yo... yo jamás era así. Nunca estaba tan callada, tan quieta en medio de la oscuridad. Él también lo sabía. Eso no era normal. Se sentó junto a mí con lentitud y colocó un pequeão tubo de ensayo frente a mí. Un líquido transparente se movía en su interior. -Jimena está muy mal -dijo con voz neutra-. Fui a verla... estaba conectada a mil tubos. No podía moverse. Le prometí a su padre que la cuidaria. Sentí que mi pecho se helaba, y apenas podía respirar. -iY vas a acompatiaria el último mes de su vida? -sí. ---- Silencio. Pasaron unos segundos, antes de que él extendiera la mano hacia el tubo. Dudó un momento. -iQué es eso? pregunté, sin apartar la mirada de sus ojos. Mi voz era apenas un susurro áspero. -Renata, sé que no aceptarías esto... -dijo, desviando la mirada-. Pero Jimena necesita que esté con ella. Completamente. Y yo... yo necesito asegurarme de que cuando todo termine, tú sigas aqui, esperándome. -Entonces tu solución es que yo olvide ese mes? -Una carcajada seca se me escapó-. Claro, qué brillante idea. ;Un mes sin ti, borrado por completo de mi cabeza, y luego vuelves como si nada para casarte conmigo? -Solo un mes, Renata. No es para siempre -dijo con una dulzura que me hizo temblar-. Cuando regrese, seguiremos con nuestros planes. Seremos felices. Lo entendí todo. Era su nueva fórmula. Su maldito fármaco de supresión de memoria. Me quedé en shock. -iY si no funciona? ;Y si me olvido para siempre? ;Y si me hace dafo? Santiago titubeó apenas un instante mientras destapaba el tubo. Un «pop» suave sonó al quitar el tapón. -No va a pasar nada. Soy el mejor neurocientífico del país. Confía en mí -dijo, acercando el tubo a mis labios-. En un mes, volveré a ti. Seremos felices, Renata. ---- Giré la cabeza con fuerza. -Y por qué debería? ; Quién te crees que eres? ;Crees que esto es un basurero al que puedes volver cuando te canses de la otra? -iNo es eso! jNo la Ilames así! Ella.. está muriendo espetó con los ojos encendidos. El hombre al que había amado durante cinco aíios... ahora defendía a otra mujer con intensidad. Santiago respiró hondo y alzó el tubo. -Todo estará bien en un mes, Renata... De pronto, se abalanzó sobre mí y me sujetó con fuerza contra el sofá. Sus dedos me apretaron las mejillas con fuerza, haciéndome doler. El vidrio frio del tubo se incrustó en mis labios, y el líquido amargo bajó por mi garganta, quemándome por dentro. Tosí violentamente cuando una parte se fue por el lugar equivocado, y el ardor me invadió. Pero él no paró, sino que me sujetó con más fuerza. Con desesperación, levanté la pierna y lo golpeé en el estómago. É! soltó un quejido, aflojó apenas su agarre y yo aproveché para intentar girar la cabeza y escupir... Pero me sujetó del cabello con brutalidad, forzándome a tragar lo que quedaba. El tubo me raspó la lengua. El sabor amargo se volvió metálico. Sangre. Me ardía. Me ardía tanto... ---- Las lágrimas brotaron sin control. Ya ni siquiera podía ver bien su rostro. Cuando el tubo quedó vacio, me soltó por fin Me llevé los dedos a la garganta, intentando vomitar. Pero solo sentí náuseas. El estómago me dolía. No podía respirar. El dolor me golpeó como un martillo. Mi cabeza iba a estallar. El mundo se volvió borroso, y las piernas no me respondían. Caí al suelo, incapaz de moverme. Solo escuchaba su voz, cada vez más lejana. -Renata, te amo. De verdad. Pero Jimena... Jimena está muriendo. Tengo que estar con ella. Por favor, olvídame. Olvida... Santiago.. Su voz se desvanecia. Se alejaba como un suefio que uno ya no puede alcanzar. Mi cuerpo se desplomó sobre el sofá y en mi mente... solo giraban tres sílabas. San-tia-go. « Quién... es Santiago?»
