El regreso de la esposa no deseada
En el opulento cine privado, en penumbra, se retransmitía en directo la subasta de joyas más exclusiva.
La rica cadencia de la voz del subastador resonaba en la sala. «Un millón, a la una, a las dos…».
Alicia Bennett apenas registró las palabras, sus pensamientos completamente consumidos por el hombre debajo de ella. Su intensidad la abrumaba, empujándola a clavarle los dientes en el hombro en un intento desesperado por resistir la embestida.
El hombre se limitó a gruñir en respuesta, sin detenerse ni aminorar la marcha.
«Afloja, ¿quieres?», ronroneó, con la voz cargada de tensión, mientras le apretaba la cintura, ordenando a su cuerpo que se sometiera a su voluntad.
Alicia, que seguía mordiéndole el hombro, vaciló. Lentamente, aflojó la mandíbula y sus dientes se soltaron. Justo cuando la disculpa empezaba a formarse en sus labios, él soltó una risa baja, casi burlona.
«No es ésa la parte que te pedí que aflojaras».