---- Capítulo 10 Punto de vista de Sofía Sebastián me dio la boda más extravagante que podría haber imaginado. El tipo de evento del que susurraban las revistas de chismes y que la antigua yo nunca habria sofiado. Luego quedé embarazada de un nifo. Fue una sorpresa, a mi edad no pensaba que todavía fuera posible. Pero ahí estaba él: Suave, hermoso, con los ojos de Sebastián y mi tranquilidad. Cuando cumplió un afio, Sebastián organizó una fiesta de cumpleaãos enorme a la que todos vinieron, incluso los Vásquez Sebastián los dejó entrar. Carlos había envejecido aún más desde la última vez que lo vi, sus hombros estaban encorvados y sus ojos habían perdido brillo. Luis Ilegó en silla de ruedas y Diego parecía un desastre, se veía demacrado y desgastado. No me hablaron, solo dejaron un pequeio regalo cerca de la mesa, La tarjeta decía: "Que tengas la vida más maravillosa y perfecta" No me lo Ilevé a casa, lo dejé junto al bote de basura. Porque algunos regalos, cuando Ilegan demasiado tarde, no son regalos en absoluto, son disculpas envueltas en papel. Y ya no me interesaban las disculpas. Unos meses después, Sebastián me dijo que Luis estaba muriendo. ---- Me preguntó si queria ir y accedí. No por cerrar ciclos o por amor, sino porque alguna vez había sido mi hermano. El hospital se veía tenue, silencioso. Las máquinas zumbaban rítmicamente, marcando los últimos fragmentos de su vida. Se veía tan pequeão en esa cama, tan diferente al chico que solía curarme las rodillas en silencio cuando me caía. Entré en la habitación, Giró la cabeza. -Sofía -susurró-. Viniste? Asentí. -Sí, vine. Se veía tan viejo, más viejo de lo que recordaba, incluso más viejo que en la fiesta de cumpleafios de mi hijo, y eso había sido apenas Unos meses atrás. El tiempo no lo había tratado con gentileza, las enfermedades nunca lo hacen. -iCómo estás? -Pregunté suavemente, acercándome a su cama. La mano de Luis se movió ligeramente bajo la delgada manta. - Sofía... lo siento -susurró con voz temblorosa-. No supe cómo demostrarte que te queria, así que me mantuve alejado. Pensé que era lo mejor... pero me equivoqué. Y ahora es... -Shhh... -me incliné más cerca, rozando su mano con las puntas de mis dedos-. No te alteres, necesitas descansar. Sus ojos se Ilenaron de lágrimas, una se deslizó por su mejilla. -Sofía... -dijo de nuevo. Solo mi nombre, una y otra vez, como si quisiera envolver su último aliento alrededor de él ---- Me quedé allí y observé cómo bajaban sus párpados, sus pestaíias temblaron una vez, luego quedaron inmóviles. Entonces, la máquina a su lado emitió un pitido largo y continuo. Los médicos y enfermeras entraron apresuradamente, sus voces fueron agudas y demasiado fuertes, por lo que retrocedí silenciosamente hacia el pasillo. Carlos y Diego estaban desplomados en sillas cercanas, con la mirada baja y los hombros caídos, -gEstán bien ustedes dos? -Pregunté con suavidad. Carlos levantó la mirada, forzó una sonrisa cansada que no llegó a sus ojos. -Supongo. Me quedé allí un momento, sin saber qué más decir. Finalmente, me despedí. -Tengo que irme, Sebastián me está esperando. Me di la vuelta, pero me detuve. -Cuídense, Carlos y Diego, Diego me miró como si quisiera decir algo, su boca se abrió, luego se cerró. Al final, solo asintió y sonrió débilmente. Me alejé, sin mirar atrás ni una vez. Sebastián me esperaba en el coche, como siempre. -Todo listo? -Preguntó suavemente, con voz cálida y baja. AAsentí, acurrucándome en sus brazos, dejando que su fuerza me envolviera. Su pecho era sólido bajo mi mejilla, y el sonido de su latido me sumergió en un letargo. Me quedé dormida en algún punto entre la tristeza y el agotamiento. ---- En el suefio que siguió, tenía quince afios otra vez. Era mi cumpleafios, mis padres estaban vivos. Carlos acababa de regresar de la universidad, con la chaqueta de su traje colgada sobre un hombro. Diego y yo nos habíamos unido para hacerle una broma a Luis con crema batida, y ahora él nos perseguia por el pasíllo de mármol, medio riendo, medio gritando, La casa estaba Ilena de vida, amor y risas. Cuando soplé las velas del pastel, Carlos se inclinó y me susurró al oído, el aroma de su colonia era vagamente familiar. -Sé feliz, hermanita -dijo-. Nos tienes a tu lado. Solo vive, vive la vida más feliz que puedas. Me desperté justo cuando el coche Ilegaba al aeropuerto. Sebastián besó la parte superior de mi cabeza, y le sonreí levemente. Algunos recuerdos se desvanecen, pero otros, de alguna manera, siguen ardiendo.