---- Capítulo 9 El semáforo marcó verde. El sonido estridente de un claxon me sacó de mis pensamientos, borrando de golpe el último sentimiento que le guardaba a Lucas. Pisé el acelerador y seguí mi rumbo. El sol comenzaba a asomar en el horizonte, tan brillante y claro como la vida que ahora tenía por delante, Tres afios después, fui invitada al concurso global de documentales, donde gané el premio principal Después del evento, me tomé un tiempo para firmar autógrafos a los fans que se acercaron a felicitarme. Durante esos afios, me mantuve enfocada en mi trabajo en la caridad y en mis documentales. Viajé por todo el mundo con mis compaeros, documentando especies en peligro de extinción. Una noche, al terminar el trabajo, volví a la villa, tan agotada que apenas podía mantener los ojos abiertos. Pero al Ilegar frente a mi puerta, vi a una silueta parada allí. Sin pensarlo, mi mano voló hacia la pistola eléctrica. Las experiencias peligrosas que habia vivido en el extranjero me habían ensefiado a desconfiar automáticamente de cualquier extrafio. Cuando la luz de la calle se encendió, vi cómo un hombre se giraba hacia mí. Era Lucas, quien ya habia salido de prisión. Su cabello estaba corto, y su atractivo de antes se habia agotado. Le faltaba un ojo, su cara estaba Ilena de cicatrices y su mandíbula rota. Además, cojeaba de la pierna izquierda, lo que le hacía caminar de forma torcida ---- Parecia darse cuenta de que ya no pertenecíamos al mismo mundo. -Celia... -su voz salió rasposa, profunda, cargando un yugo. No respondí. Solo lo observé en silencio. Lucas parecía haber anticipado mi reacción. Se frotó las manos, claramente incómodo, sin atreverse a mirarme a los ojos. Con un gesto torpe, sacó un pequeo colgante de oro de su bolsillo y me lo mostró. En ese momento, recordé la promesa que me había hecho: que me iba a dar cuando nuestro hijo naciera. Lo frotó entre sus dedos, y con una sonrisa amarga, dijo: -Sé que no tengo derecho a darte nada... pero... de verdad amaba a ese nifio. Antes de entrar a prisión, compré un lugar en el cementerio para él. Este... lo compré con dinero limpio, que gané trabajando en una construcción después de obtener libertad. -Celia, no te pido perdón, solo te pido, por favor, que cuides de ti misma por el resto de tu vida. De repente, comenzó a toser con fuerza. Al levantar la cabeza, vi cómo empezaba a sangrar por la boca. No le dio importancia, simplemente se limpió con la mano y, con VOZ SUave, susurró: -Es la justicia divina ;no crees? El médico me dijo que me quedan tres meses... cáncer de pulmón en etapa terminal. Con esas últimas palabras, dejó el colgante en el buzón y me miró, casi suplicante. -Solo te pido un favor... cuando muera ;podrias enterrarme junto al bebé? ---- Vi en sus ojos un dolor colosal, el arrepentimiento reflejado en sus lágrimas. Pero no me nacía, no podía perdonarlo tan fácilmente después de todo lo que me había hecho pasar. Sus ojos se enrojecieron, y las lágrimas empezaron a escapar descontroladas. No dijo nada más. Su cuerpo, que antes se mantenía erguido, ahora se encorvó. Con pasos torpes, se dio la vuelta y comenzó a alejarse. En la tenue luz de la calle, su figura delgada se alargaba a medida que se alejaba, hasta desaparecer en la esquina. Con el corazón aún pesado, me di la vuelta y me alejé. El colgante lo tiré al cubo de la basura. Mi bebé no merecia ese carifo tardío, ni un amor tan vacío. Tres meses después, tras terminar otro gran proyecto, estaba celebrando con mis compafieros. Fue entonces cuando recibí una llamada del crematorio. Me preguntaron si queria recoger las cenizas. Vi por la ventana el tranquilo lago azul y, con una leve sonrisa, respondí: -Pueden tirarlas al drenaje. Colgué la Ilamada sin pensarlo dos veces. Y así, una mancha más en mi vida desapareció. La última cuenta pendiente. Finalmente jera libre!