---- Capítulo 8 Pero Isabel, después de tantos aõios viviendo a expensas de mi padre, no sabía hacer nada por su propia cuenta. 'Además, Fiona necesitaba unos cien mil para su tratamiento. Sin más opciones, Isabel tuvo que recurrir a sus viejos amantes de juventud. En esos afios, se metió con varios hombres casados, confiada en su belleza. Y ahora, cuando pedía ayuda, solo recibía humillaciones y desprecio de sus esposas. Al final, no solo no consiguió el dinero, sino que casi termina siendo víctima de la trata de personas. Desesperada, intentó que Lucas le ayudara, pero él ya había tomado la decisión de arrastrar a toda su familia al abismo. El día del incidente, transfirió todos sus bienes a mi nombre, sin esperar nada a cambio. Cuando lo arrestaron, Lucas ya no tenía ni un centavo. Isabel, completamente desquiciada, decidió abandonar el tratamiento de Fiona. Nunca la quiso de verdad, así que, con ella herida y débil, la Ilevó de regreso a casa. Cuando Fiona despertó y vio que su cara estaba completamente destrozada, no pudo aceptar lo que habia pasado. Comenzó a maldecir a Isabel por su egoísmo y crueldad. En medio de su discusión, Fiona empujó a Isabel desde el balcón del decimotercer piso. Isabel cayó al suelo y tuvo una muerte súbita. ---- Tras eso, Fiona perdió por completo la razón. Dejó de vestirse y pasó sus días vagando por el vecindario, recogiendo basura para poder comer. Finalmente, la administración del vecindario, ya incapaz de soportar más su locura, la cubrió con un abrigo y la Ilevó al hospital psiquiátrico, acompaíiada por la policia, Mi padre, por su parte, creyó que al huir se libraría de todo problema. Lo que no sabia era que el comerciante con el que se habia metido en el negocio ilegal era un tipo despiadado que ya habia estado en prisión. Después del incidente, el comerciante empezó a presionar a mi padre para que le pagara el dinero que le debía Mi padre intentó bloquearlo, pero el tipo no se quedó tranquilo. Contrató a un detective privado, que pronto dio con el paradero de mi padre. Junto con unos matones, lo secuestraron y lo terminaron vendieron al mercado negro. Con el dinero de sus órganos, el comerciante pudo saldar la deuda que tenían. Pero, antes de que pudiera disfrutar de su "triunfo", la policía, que ya los tenía entre ojos, los detuvo a todos. Mientras tanto, Lucas, que había estado dándoles pistas a la policia, fue condenado a tres aõios de prisión. Mi amiga suspiró mientras me contaba todo esto y, con tono grave, dijo: -Ya ves, no se puede hacer el mal sin que haya consecuencias. Las cosas se devuelven. Sonreí mientras probaba un poco de mousse y asenti: ---- -Es cierto. Vi que mi amiga, curiosa, seguía con la mirada fija en mí. Afadió: -No sabes lo que pasó después. Lucas se volvió loco buscándote. Preguntó a todas las personas que te conocían. Cuando se enteró de que habias marchado a la Antártida, se vino abajo, estaba destruido. Los hombres como él siempre son así, no saben lo que tienen hasta que lo pierden. Asentí con una sonrisa triste: -Seguro. Pero ya no quiero hablar de é|, me pone de mal humor. Lucas era el estudiante de mi madre. Su familia no era rica, pero era un excelente alumno y tenía un talento natural para la escritura. Mi madre, una maestra dedicada, lo descubrió en un concurso y decidió tomarlo bajo su ala. Se encargó de financiar sus estudios hasta la secundaria. En ese entonces, Lucas era el mejor estudiante y el chico más guapo de la escuela. Yo lo admiraba en silencio, y é| siempre me cuidaba. Cuando Fiona y su madre se metieron en el matrimonio de mi madre, Lucas ya lo sabía. Al principio, detestaba a Fiona y siempre me defendía. Se ponía de pie y la enfrentaba cada vez que me maltrataba. Pero todo cambió después de un campamento de verano al que ambos fueron. Yo también debía ir, pero justo antes de partir tuve una fiebre altísima y no pude asistir, así que me quedé en el hospital Cuando terminó el campamento, un mes después, fui feliz al ---- aeropuerto a recibir a Lucas. Pero al detallarlo, me di cuenta de que en sus ojos ya no quedaba ni una pizca de cariio, solo desprecio y desdén. Mientras Fiona me miraba desde arriba, Lucas le envolvia la chaqueta y le decía con voz suave: -Fiona, cuídate, no te preocupes, yo estoy aqui para ti En un instante, todas mis expectativas se vinieron abajo.