---- Capítulo 4 La luz del exterior se filtró hacia adentro, disipando poco a poco las sombras que envolvían el sótano como un manto espeso. Me aproximé flotando, hasta que me topé con el espantoso espectáculo de mi propio cadáver. El sótano sellado, recubierto de polvo de plata, habia conservado mi cuerpo de la manera más horrible posible, y, aunque solo habían transcurrido tres días, mi aspecto era el de alguien que Ilevaba semanas muerta. La putrefacción habia avanzado rápidamente y las larvas pululaban entre los restos de mi carne, devorando con voracidad, mientras mi cara se veía hinchada y amoratada por la asfixia, con facciones que ya no se parecían a las mias. El horror se apoderó de mí. No podía permitir que me vieran en ese estado, así que intenté ocultarme de alguna manera, cualquier cosa con tal de conservar algo de dignidad, pero ya era solo un alma en pena, impotente e invisible. Diego fue quien se atrevió a entrar primero, pero se detuvo en seco. Sus ojos dorados de lobo se desorbitaron mientras aspiraba el aire, yla ira en su rostro se transformó en confusión y luego en asco puro. Retrocedió tambaleándose, ahogando un rugido. -eQué... qué demonios es esto? -balbuceó con la voz entrecortada por la incredulidad, mientras la pestilencia lo golpeaba sin piedad. El hedor era insoportable, esa mezcla repugnante de muerte y plata, y provocó náuseas hasta en los guardias más experimentados. El semblante de Diego se crispó de repugnancia. -iSaquen esta porqueria de aqui! iNo soporto este hedor! -su voz se quebró con una rabia cargada de desprecio, no de dolor. ---- Uno de los guardias, tartamudeando nervioso, logró articular: -Es... es la sefiorita. Es... jel cuerpo de nuestra ama! Diego lo miró con furia creciente, como si acabara de despertar de una pesadilla. -Imposible -rugió-. jápenas han pasado tres días! Ningún cuerpo se descompone así de rápido, a menos que Ilevara mucho tiempo muerto. Esto no puede ser. -los miró con desprecio-. Me toman por idiota? Esa maldita logró escaparse y nos dejó el cadáver de algún animal para tomarnos el pelo. Sus palabras me atravesaron como dagas. Ni siquiera ahora que estaba muerta podían admitir todo lo que me habian hecho. Sergio y Carlos se acercaron con expresiones hostiles y la desconfianza grabada en el rostro. Sin mediar palabra, apartaron a Elena del lugar, cubriéndola para que no presenciara aquello. -Aléjate de ahí -murmuró Sergio-. Qué asco. Esas simples palabras, «qué asco», me hirieron más profundo que cualquier tortura con plata. Al verlos darme la espalda, sentí que mi ser se desmoronaba por completo. No hubo un gesto de reconocimiento, no derramaron lágrimas, ni siquiera se sintieron mal. Solo mostraron frialdad e indiferencia. Les habia dado toda mi vida, mi lealtad, mi amor, todo lo que tenía, para al final ser tratada como basura. Solo habia querido un poquito de carifio, algo de amor, pero nunca pasó. Ni cuando estaba viva ni ahora... En algún momento pensé que podría descansar junto a mis padres, como parte de la família, pero ahora me daba cuenta de que ni eso iba a tener. Ni muerta tenía lugar en esta família. ---- Los guardias empezaron a mover mi cuerpo sin ningún cuidado, como si fuera un simple desecho desagradable. Mis hermanos simplemente se fueron sin mirarme por última vez, sin decir nada, con total indiferencia. Me trataron como a un animal callejero, y, en ese silencio terrible, por fin entendí la verdad. Para ellos, nunca había sido una hermana, ni una hija, sino todo lo contrario: un estorbo.