---- Capítulo 6 Al ampliar la imagen, descubrieron que estaba Ilamando a mi mamá, suplicando que me prestara quince dólares. -iTodo fue mi culpa por no creerte en ese momento, Ana! jYo fui quien te lastimó! -exclamó mi madre, con la voz rota por el dolor. Las lágrimas inundaban su rostro cuando, de repente, su cuerpo cedió. Se desplomó al suelo, consumida por el 1Ilanto, hasta perder el conocimiento. Mi padre pidió revisar las grabaciones de las cámaras cercanas al almacén de la escuela. En ellas, me veían avanzar tambaleante, apenas respirando, arrastrándome débilmente. Antes de alcanzar la puerta, caí violentamente, dejando tras de mí un rastro de sangre. No lejos de allí, mi padre caminaba feliz, tomando la mano de Yolanda mientras la acompafiaba a la escuela. "Enese instante, si mi padre hubiera mirado un poco más allá, éserá que me habría visto agonizando a tan solo unos pasos?" pensé. Las grabaciones continuaron hasta el día de mi muerte. Mostraban a Yolanda abriendo la puerta del almacén para arrojar mi cuerpo junto al basurero. Mi padre estalló. Se abalanzó sobre Yolanda con tal furia que su ---- rostro quedó bafiado en sangre. Los policías intentaron detenerlo, pero el dafio ya estaba hecho. - Demasiado tarde... Todo es demasiado tarde,. susurró con voz rota- . Jamás imaginé que mi hija adoptiva, a quien tanto amé, me convertiría en el culpable de la muerte de mi hija. Las grabaciones mostraban a Yolanda arrastrándome hacia el basurero mientras yo aún me aferraba a mi mujieca preferida. Sin molestarse siquiera en comprobar mis signos vitales, arrojó mi mufieca a un lado con desprecio. Fue la sefiora de la limpieza quien, reconociendo el juguete que siempre Ilevaba conmigo, lo recogió con ternura para devolverlo al almacén. Las imágenes seguían reproduciéndose, aunque el tiempo parecía haberse detenido para mis padres. Cada segundo era una eternidad, cada instante una tortura insoportable. Mi padre susurraba como en trance: -Yo maté a mi hija... Yo la maté... Yolanda fue arrestada, acusada de homicidio premeditado. La investigación reveló su relación impropia con mi padre, un secreto que mi madre había elegido ignorar. Ella siempre había notado el afecto excesivo de mi padre hacia Yolanda, pero aun así, decidió ponerse de su lado. ---- El peso de la tragedia destrozó a mis padres. Durante su hospitalización, muchas personas los visitaron, en su mayoría periodistas. Estaban ansiosos por cubrir la historia de los padres más adinerados del país y de cómo permitieron mi muerte sin hacer nada para salvarme. -Sefior Villalba, équé le diría a su hija fallecida? - preguntó un periodista. -"Todo fue nuestra culpa. Ana, perdónanos. No te merecemos -respondió mi padre. Mi urna reposaba junto a sus camas. Mis padres se arrodillaron ante ella, sollozando como nifios. Al día siguiente, la imagen del empresario más poderoso del país, de rodillas frente a las cenizas de su hija en sefial de arrepentimiento, inundó las redes sociales. Durante la hospitalización de mis padres, la empleada doméstica, Susana, los visitaba con frecuencia para cuidarlos. Fue solo después de mi muerte que mis padres se dieron cuenta de una verdad devastadora. Enlos últimos diez afios, sus recuerdos sobre mí eran nada más que un vacío absoluto. Como si buscaran una especie de redención tardía, empezaron a preguntarle incesantemente a Susana ---- sobre mi vida durante esa década perdida, tratando de llenar con sus palabras los fragmentos que su indiferencia había dejado en blanco. -TLa sefiorita Ana vivió sumida en la tristeza -reveló Susana-. Sefior, usted insistía en que la disciplina férrea la fortalecería, pero yo veía cómo su salud se deterioraba día tras día, y ustedes nunca hicieron nada. Por eso que no me atreví a intervenir. Después de una breve pausa, Susana continuó: - Aparte de eso, la sefiorita Yolanda solía salir sola, preocupada por su seguridad, y la vigilé en secreto. Fue así como lo descubrí que... - ê Qué descubriste? jHabla ya! -rugió mi padre, desesperado. - Por temor a que la sefiorita Yolanda sufriera algún dafio, grabé lo ocurrido -respondió Susana, mientras les mostró un video en su celular. El video mostraba a Yolanda de pequeãa, frente a una pareja de ancianos en harapos. La abrazaban con desesperación, como si temieran perderla. Y la pequefia Yolanda les confortó: - Papá, mamá, no se preocupen. Ya sé que ustedes son mis padres biológicos. Cuando me aduefie del lugar de ---- Ana en esa casa, me apropiaré de toda su herencia, y sus viejos, los haré sufrir hasta la muerte. Entonces viviremos felices juntos. jEsperen por mí, por favor! Al terminar la grabación, un silencio invadió la habitación. Momentos después, el Ilanto desgarrador de mi padre rompió aquella quietud.