---- Capítulo 7 -iAna, te fallé, hija! -dijo mi padre con voz quebrada - . Todos estos afios me equivoqué, y con mis propias manos te Ilevé a la tumba. - Susana, (Ana nos dejó algo? - preguntó con desesperación. - Sí, sefior. La sefiorita me dejó su diario y me pidió que selo entregara después de su muerte. Sin esperar más, abrieron mi diario y comenzaron a leer: [Hoy es mi cumpleafios. Papá me regaló una mufieca preciosa. jiLa adoro! La Ilevaré siempre conmigo porque representa el amor de mis padres.]) [Ha llegado una hermanita a casa. Papá y mamá me pidieron tratarla bien. Aunque me esfuerzo por ser buena con ella, siento que me odia. Pero seguiré el consejo de mis padres y la trataré como si fuera mi verdadera hermana.] [Hoy mi hermanita rompió una antigiiedad valiosa de papá, pero dijo que fui yo. Papá me pegó tan fuerte que me duele todo el cuerpo. No importa cuánto intente explicarlo, nadie me escucha. Me siento muy mal...) Cada página mostraba mi amor incondicional hacia mis ---- padres. Cuando llegaron al final del diario, ya no pudieron contener el dolor y rompieron en llanto. Su hija, quien a pesar de haber soportado tanto dolor y humillación, solo pensaba en complacerlos, en cumplir sus deseos hasta el final. -iQué hija tan maravillosa teníamos! -musitó mamá entre sollozos, su voz estaba desgarrada por la culpa. Pero la muerte no perdona, y ella jamás volvería. Mi padre, consumido por su pecado comenzó a pegarse enlacara, diciendo con desesperación: -iLa culpa es toda mía! jSoy un miserable! Cuando traje a Yolanda a casa, solo quería que Ana sintiera algo de presión, que encontrara más motivación para superarse, para crecer. Jamás pensé... iNunca imaginé que llegaríamos a esto! ;Cómo... cómo permití que todo se convirtiera en esta pesadilla? Mi madre se acercó, sus ojos estaban encendidos en una furia contenida durante afios. De un empujón, apartó a papá y estalló: -éTú? jNo te atrevas siquiera a pronunciar el nombre de nuestra hija! Trajiste a Yolanda con la excusa de ayudar a Ana, jpero mírate ahora! jTe hundiste en una relación tan perversa como vergonzosa! Callé por ---- preservar nuestra familia, por salvar nuestro matrimonio. Pero jamás, jamás imaginé que mi silencio, esta maldita complicidad, nos costaría la vida de nuestra propia hija -se limpió los mocos y con voz quebrada, afiadió-: Soy una madre terrible. La última página del diario reveló palabras temblorosas, casi desvanecidas, como si hubieran sido escritas por una mano débil y temblorosa. Eranlas últimas palabras que escribí, en un momento de claridad antes del final: [No pude comprarme ropa nueva. Solo quería quince dólares para un vestido, uno solo, para despedirme de este mundo con dignidad. Pero eso nunca pasará. Antes odiaba a mis padres. Siempre me preguntaba por qué nunca me protegieron. Pero ahora, tan cerca del final, no recuerdo momentos de odio. Solo puedo pensar en aquel día de mi nifiez cuando papá y mamá me lIlevaron a volar una cometa. Fue el día más feliz de mi vida. Si pudiera volver a ese momento, a esa libertad sin preocupaciones, sería suficiente.]) El rostro de mi padre se ensombreció mientras la imagen volvía a su mente: mi cuerpo, frágil y sin vida, envuelto en aquel tapete raído, una mortaja improvisada que nadie debería tener. Su hija se había ido sin recibir aquellos 15 dólares, una ---- suma tan insignificante que ahora pesaba como un mundo de culpa. Ni siquiera tuvo la oportunidad de vestir ropa digna para su despedida del mundo. No pasó ni un afio cuando la salud de mis padres se quebró por completo. Todos los días venían a mi tumba, donde Iloraban sin consuelo. - Ana, papá y mamá están arrepentidos de verdad... é Podrías volver, por favor? -susurraban entre lágrimas -. Mamá te comprará toda la ropa bonita que quieras. Ana, tendrás todo lo que desees. Pero el tiempo no perdona ni retrocede. En aquel cementerio solitario, solo el eco de sus lamentos respondía a sus súplicas. Aquella luz que antes iluminaba sus rostros se había extinguido para siempre. Regalaron toda su fortuna. Lo único que hacían mis padres cada día era traer mi mufieca y sentarse junto a mi tumba, como si así pudieran recuperar algo de lo que habían perdido. En verdad, durante todas aquellas veces que me culparon y castigaron sin razón, nunca los odié realmente. Pero ese amor sin rencor quedó enterrado conmigo, y ellos nunca lo sabrán. Llegó otro invierno inclemente. Cuando los ---- encontraron, sus cuerpos sin vida reposaban frente a mi lápida, abrazando con sus últimas fuerzas aquella mujheca que encerraba tantos recuerdos de amor.
