Luchando por un Amor Imposible: Atrapada en el Dolor
«¿Ha habido suerte, Larry?», preguntó Leslie por teléfono, con los dedos apretando con fuerza el dispositivo con esperanza y expectación.
«Lo siento mucho, Leslie», resonó una voz por el teléfono.
«La galerista se ha quejado de que tu arte es demasiado vanguardista y no se ajusta al tema de su exposición, así que no expondrá nada».
«¿De verdad? ¿Ni siquiera una obra?», insistió, aferrándose a la última pizca de esperanza que le quedaba.
«Ni siquiera una. Lo siento mucho. Mira, tengo que irme. Me necesitan aquí».
Cerró los ojos decepcionada y susurró: «Está bien. Gracias, Larry. Hablamos pronto». Colgó poco después, suspirando profundamente y conteniendo las lágrimas que amenazaban con derramarse. Era la cuarta vez que rechazaban su obra en una exposición. La decepción se había convertido en una experiencia cotidiana para ella desde que recibió la devastadora noticia del cáncer de su padre hace tres meses.
Se puso de pie, con los hombros aún caídos, y alisó el inexistente pliegue de su vestido azul pálido antes de caminar enérgicamente hacia el consultorio del médico, donde la estaba esperando.
—Buenos días, señorita Harrison —saludó el médico.
—Hola, doctor. ¿Cómo va el tratamiento de mi padre?
—Yo debería preguntarle lo mismo, señorita Harrison —dijo el médico con suavidad pero con firmeza.
«No ha estado al corriente con sus facturas, y este hospital funciona con pagos. No podemos continuar con su tratamiento sin el pago».
Las lágrimas que tanto había intentado contener llenaron sus ojos.