---- Capítulo 3 Me obligué a curvar los labios hacia arriba, ocultando mi dolor detrás de una máscara de normalidad. "Nada importante", mentí suavemente. "Solo hablaba sola". Aceptó sin cuestionar y se dispuso a hablar de la cena. Yo estaba medio dormida cuando Damien terminó el deber de manada esa noche, su cuerpo todavía irradiaba el calor del toque de otra mujer. Me estrechó entre sus brazos como si no pasara nada. Me quedé inmóvil, luchando contra el impulso de retroceder. Sus manos cubrieron las mías y el calor del Alfa se filtró en mis dedos helados. El gesto que antes me reconfortaba ahora me parecía una burla. En mi estado de somnolencia, le sentí presionar mis manos contra su pecho, justo sobre su corazón, el corazón que ya no latía solo para mí. El agotamiento acabó por hundirme, y mis suefios se llenaron de pelaje blanco y sonrisas triunfantes. ---- Cuando desperté, su lado de la cama volvía a estar vacíio. Las sábanas aún conservaban el tenue aroma de Emily. Una beta se acercó con vacilación. "El Rey Alfa tenía asuntos urgentes de la manada, mi sehora". Asentí, con el rostro cuidadosamente inexpresivo. Sus "asuntos de manada' probablemente Ilevaban pelaje blanco puro y una sonrisa petulante. En estos días, las mentiras ya ni siquiera dolían. Tanto si se ocupaba de verdad de asuntos territoriales como si estaba enredado con Emily, el resultado era el mismo: otro día vacío. Durante los días siguientes, vacié metódicamente nuestros aposentos, recogiendo todos los regalos y recuerdos. El lobo de cristal que había pasado el invierno tallando. Docenas de frascos de perfume, cada uno con una fragancia a juego con la mía. Pulseras de cuero que había tejido mientras sofiaba con siempre. Fotos. Cartas. Promesas. Lo Ilevé todo a la hoguera ritual, observando cómo las llamas consumían nuestro pasado. ---- "iQué estás quemando?". La voz de Damien me hizo ponerme rígida. "El humo...". "Solo estoy desechando algunas cosas inútiles". Mi sonrisa se volvió quebradiza. Sus ojos recorrieron nuestros aposentos desiertos, observando los espacios vacíos donde había estado nuestra vida juntos. "Reemplazaré todo", prometió él rápidamente. "Te compraré tesoros nuevos". No dije nada. En unos cuantos días, nada de esto importaría. Trabajé más rápido después de eso, decidida a borrar todo rastro antes de que se me acabara el tiempo. Por cruel coincidencia, la celebración de aniversario cayó el mismo día en que la poción haría efecto. Damien organizó una fiesta muy elaborada, pero el momento culminante iba a ser una carrera a la luz de la luna, con Emily como artista principal. Ella apareció en su forma de loba blanca pura, increíblemente grácil. La luz de la luna convirtió su pelaje en plata líquida mientras demostraba su fuerza ---- y velocidad. Pero no era una simple exhibición. Cada movimiento era una seducción: el arco de su espalda, la fluida gracia de sus músculos, la forma en que se detenía para dejar que la luz de la luna acariciara su pelaje. Miró fijamente a Damien mientras corría, con un mensaje claro: Así es como se ve una loba de verdad. Esto es lo que te estás perdiendo. Observé su rostro con atención. Aunque mantenía una expresión neutra, sus dedos se clavaban en los brazos de la silla. Sus pupilas se dilataron al seguir sus movimientos. El público jadeó cuando Emily ejecutó un salto especialmente atrevido, cambiando de posición en el aire para aterrizar con forma humana. Su vestido, apenas más que sombras de seda, se cefifa a cada curva. "iMagnífico!", gritó alguien. El aplauso fue atronador. "iRecompensas para todos!", anunció Damien con voz áspera. "jCualquiera que traiga tanta alegría a mi pareja merece reconocimiento!", ---- La risa de Emily era de plata pura. "Gracias, Alfa. Déjame servirle a la Dama Sierra un poco de vino para celebrar la ocasión". La sonrisa de Damien vaciló cuando la realidad le pegó. Pero Emily ya estaba a mi lado, con la copa de vino extendida. Se me revolvió el estómago al ver el colgante de piedra lunar hecho a medida por Damien entre sus pechos. Se inclinó lo suficiente para que sus labios rozaran mi oreja. "Pobre lobita rota. Cómo debe doler, ver a lobos de verdad correr libremente mientras tú apenas puedes mantener tu patética forma". Mi teléfono zumbó insistentemente. Lo abrí y encontré una foto: Emily en forma de loba, tirada en nuestra cama, con las manos de Damien enterradas en su pelaje. Su expresión era pura hambre. "A él le encanta la facilidad con la que me transformo", ronroneó ella. "Qué diferencia con su pareja, que ni siquiera puede mantener su forma de loba durante un ciclo lunar. éTe gustaría ver qué más hicimos después de esta foto?". Levantó su copa en un brindis burlón. Mientras se ---- acercaba, su mano golpeó deliberadamente la míia. El vino tinto cayó en cascada sobre su vestido blanco. La fina tela se volvió transparente, pegándose a cada curva. Jadeó con calculado dramatismo. La expresión de Damien se ensombreció y captó su atención. Vi cómo su garganta trabajaba mientras sus ojos recorrían el camino del vino por su cuerpo. "icómo te atreves!", grufió él, pero sus pupilas dilatadas delataron su verdadera reacción. Emily cayó de rodillas, la imagen perfecta de la sumisión. Las lágrimas brillaban en sus ojos mientras inclinaba la cabeza para mostrar su vulnerabilidad. "Perdóname, Alfa", sollozó ella. "Soy tan torpe...". Su vestido mojado se deslizó hacia abajo. Me quedé sentada en un silencio helado, viendo cómo se desarrollaba su actuación. El vínculo entre nosotros gritaba con su creciente deseo. Finalmente, Damien le ordenó a alguien que se la llevara, aunque sus ojos se detuvieron en su forma en retirada. Se inclinó cerca de mí, con una expresión de ---- culpabilidad que luchaba contra la necesidad. "Sijerra, hay un problema en la frontera...". "Ve", lo interrumpí. Ambos sabíamos adónde iba realmente. Dudó, intentando mantener la fachada. "iMe esperas? Volveré enseguida". Lo miré a los ojos y me reí suavemente. No más esperas. Nunca más. Algo parecido a la inquietud cruzó su rostro, pero la atracción del aroma de Emily fue más fuerte. Cuando desapareció entre las sombras, sentí los primeros cosquilleos fríos de la poción en la sangre. Mis manos se mantuvieron firmes mientras me quitaba el collar que me regaló. Cada paso hacia el aeropuerto me parecía más ligero, más libre. La cabina de primera clase era cálida, el primer calor real que sentía desde que entré en su territorio helado. Abrí mi teléfono por última vez y vi los mensajes de Emily. Cada texto burlón, cada foto íntima, cada detalle cruel de su traición: los reenvié todos al ---- teléfono de Damien. Quería que viera lo bien que su amante había documentado su aventura. Que supiera que lo había visto todo. Apagué mi teléfono y observé cómo las luces del territorio se desvanecían en la oscuridad. Con cada kilómetro que pasaba, nuestro vínculo de pareja se hacía más débil, como un hilo de plata a punto de romperse. Sierra McKnight estaba desapareciendo y, por primera vez en afios, me sentí realmente libre. Cuando el avión atravesó las nubes, oí el eco lejano de un aullido de angustia transportado por el viento.