Capítulo 43: Se volvió hacia los transeúntes que la habían defendido. Varias mujeres mayores le dirigieron miradas cómplices y le dieron consejos firmes. —Jovencita, no seas blanda con ese tipo de hombres. Una vez que son unos capullos, siempre lo serán. —Así es. Casada o no, no mires atrás. «Cuando elijas pareja, asegúrate de ver cómo es realmente antes de entregarle tu corazón». Linsey esbozó una pequeña sonrisa irónica, pero asintió obedientemente. «Se lo agradezco. Lo tendré en cuenta». A medida que la multitud se dispersaba lentamente, una sensación de calor se apoderó de su pecho. La amabilidad de aquellos desconocidos, personas que no tenían ningún motivo para preocuparse por ella, alivió la amargura que Felix y Joanna habían dejado atrás. Había sido huérfana toda su vida. Ningún padre le había dado nunca palabras tan sabias. Durante años, había volcado todo su amor, todos sus sueños, en Félix, creyendo que él podría darle el calor de una familia de verdad. Pero la realidad había sido cruel. Había desperdiciado cinco años con él, cinco años que le habían enseñado por las malas que Félix nunca sería el hombre que ella había esperado. Pasara lo que pasara, nunca volvería con él. Si se atrevía a aparecer de nuevo en su vida, no dudaría en ponerlo en su lugar, tal y como había hecho hoy. Y si las palabras no bastaban, no dudaría en pasar a la acción. Sus amenazas no habían sido solo para impresionar. En ese momento, sonó su teléfono, sacándola de sus pensamientos. Miró el identificador de llamadas: Collin. —Hola —respondió, dirigiéndose ya hacia la salida del centro comercial. La voz de Collin era firme cuando dijo: «Es tarde. ¿Por qué no has llegado todavía a casa? ¿Todavía estás trabajando?». Linsey se ajustó el bolso al hombro y respondió en voz baja: «Estoy en el centro comercial. Ha surgido algo y me ha retrasado. Ya voy de vuelta». Él no insistió en saber más detalles. En lugar de eso, dijo: «Envíame la dirección del centro comercial. Te enviaré un coche». Sorprendida por la oferta, respondió instintivamente: «No es necesario. Puedo coger el autobús a casa». Durante un momento, se hizo el silencio al otro lado del teléfono. Cuando Collin finalmente habló, su tono era más serio. «Está oscuro. No es seguro que estés sola fuera». Ella miró a través de las puertas de cristal del centro comercial. Las calles estaban poco iluminadas y las sombras se alargaban por la acera. Dándose cuenta de que tenía razón, no discutió más. Una pequeña sonrisa involuntaria se dibujó en sus labios. «Está bien». Cuando se mudó a Vista Villa, Collin se había mostrado distante, frío, casi indiferente. Pero ahora estaba mostrando preocupación por ella. Quizás las cosas entre ellos estaban empezando a cambiar. Poco después de terminar la llamada, recibió un mensaje en su teléfono. El coche había llegado. Salió y se dirigió hacia la zona de aparcamiento junto a la carretera. Antes de llegar, un pequeño grupo de personas llamó su atención. Varias chicas estaban apiñadas, charlando animadamente. «¡La ventanilla se ha bajado un segundo y te juro que el chico que hay dentro es ridículamente guapo!».