Capítulo 44: «No solo eso, todo su aura es especial». «¿Soy la única que se queda mirando el coche? Lo he buscado y, aunque trabajara toda mi vida, no creo que pudiera permitírmelo…». «Hay mucha gente rica en Grester. Me pregunto quién será. Nunca he oído hablar de él». Los ojos de Linsey se desviaron hacia el elegante coche que estaban admirando. Era el que había enviado Collin. La matrícula coincidía con la de su mensaje. Su corazón dio un vuelco. ¿Estaba Collin allí? Linsey se acercó al coche, consciente de las miradas curiosas que la seguían a cada paso. Golpeó ligeramente la ventanilla trasera. La puerta se abrió rápidamente, dejando al descubierto la figura de Collin. «¡Lo he visto! ¡Lo he vuelto a ver! ¡Es aún más guapo de cerca!». Otro susurro emocionado se elevó detrás de ella. «Esa mujer tan guapa y ese hombre tan impresionante… Tienen que ser pareja, ¿no? ¡Quedan perfectos juntos!». «Olvídate de su historia de amor. Yo estoy más celosa de su riqueza». Por una vez, Linsey sintió que su agudo oído era una maldición. Los murmullos la inquietaban, así que se metió rápidamente en el coche y cerró la puerta, aislándose de las miradas indiscretas y las charlas. Una vez dentro, se volvió hacia Collin. La suave luz del interior del coche iluminaba su rostro. Tenía un portátil sobre las rodillas y sus dedos tecleaban ligeramente mientras permanecía inmerso en su trabajo, aparentemente indiferente al alboroto exterior. —Conduce —ordenó Collin. —Sí, señor Riley —respondió el conductor, y el coche se incorporó suavemente al flujo del tráfico. Linsey dudó en hablar, no quería interrumpirlo. Sin embargo, no podía evitar mirarlo: sus rasgos afilados, su concentración inquebrantable. Collin siempre había sido muy perceptivo a las miradas de los demás y, naturalmente, se dio cuenta de que ella lo observaba fijamente. Si hubiera sido cualquier otra persona, lo habría ignorado y habría seguido trabajando. Pero había algo en los ojos de Linsey que le parecía diferente, como si su mirada llevara un gancho invisible que tiraba ligeramente de algo dentro de él, impidiéndole concentrarse. Incapaz de ignorarlo por más tiempo, finalmente se volvió hacia ella. —¿Por qué me miras? Ella parpadeó sorprendida, sin esperar que él se diera cuenta tan rápido. Un poco nerviosa, pensó que, como era su esposa, no era extraño que lo mirara. Aferrándose a ese pensamiento, se recompuso y respondió: —Solo tenía curiosidad. ¿Por qué has venido tú? Pensaba que solo enviarías al chófer. Collin soltó una breve y fría risa, como si sus palabras le parecieran divertidas. —¿Qué pasa? ¿No puedo recoger a mi propia esposa? —Su tono era distante, acorde con su habitual frialdad. Sin embargo, bajo esa indiferencia, Linsey percibió algo más, algo que se parecía mucho a la preocupación. Así que Collin por fin la reconocía como su esposa. Darse cuenta de eso le provocó un inesperado destello de alegría. Entonces recordó la bolsa de la compra que llevaba en la mano y añadió rápidamente: —Ah, te he comprado algo. Pruébatelo cuando lleguemos a casa a ver si te gusta. La mirada de Collin se posó en la bolsa que ella sostenía, con curiosidad en los ojos. Así que no había salido solo para pasar el rato, sino que había ido al centro comercial expresamente para comprarle algo. Una pequeña sonrisa, casi imperceptible, se dibujó en sus labios, pero desapareció con la misma rapidez.