Capítulo 46: Pero entonces recordó la forma en que se le había iluminado el rostro al ver a aquel hombre, aquella sonrisa. Aquella sonrisa pura y sincera. Felix llevaba cinco años con Linsey. Sabía que era impresionante, una mujer diferente a todas las demás. Era amable, considerada y siempre lo ponía a él en primer lugar. Pero había una cosa de ella que nunca le había satisfecho. Siempre había puesto un límite, insistiendo en casarse antes de tener intimidad. Él se había apresurado a pedirle matrimonio y había planeado toda la boda, solo para poder tenerla por fin. Pero entonces, todo se había venido abajo. Durante años, Linsey le había sonreído, pero nunca así, nunca con tanta calidez, con tanta alegría que hacía que sus ojos brillaran con vida. Ese hombre le había quitado algo que Félix nunca había podido alcanzar. La idea de que Linsey mirara a otro hombre de esa manera le provocaba un dolor punzante en el pecho. ¿Cómo podía hacerlo? ¿Cómo podía marcharse y sonreír así a otro hombre? Ella era suya. Y él no estaba dispuesto a dejarla marchar. El pecho de Félix subía y bajaba con rabia contenida, y apretó la mandíbula mientras exigía: —¿Quién es ese tipo? Necesito saberlo todo sobre él. Ahora mismo. Joanna se tensó ante la furia de su voz y su pulso se aceleró. ¿Estaba tan alterado por Linsey? Darse cuenta de eso la invadió de una oleada de inquietud. Félix todavía se preocupaba por ella. Todavía quería a Linsey. Un resentimiento amargo se enroscó en su pecho mientras pensaba: «No hay forma de que deje que esa zorra gane». Sus ojos se oscurecieron con malicia. Si Linsey era tan atrevida como para engañar a dos hombres, entonces merecía ser desenmascarada. Y, con suerte, ese hombre misterioso vería a Linsey tal y como era en realidad y la dejaría sin dudarlo. Dentro del coche, Linsey repasaba mentalmente el encuentro en el centro comercial. Encontrarse con Félix y Joanna había sido inesperado, pero ahora que había sucedido, pensó que Collin tenía derecho a saberlo. Al fin y al cabo, era su marido. Respiró hondo y se volvió hacia él. —Collin… Antes de que pudiera terminar, el coche se detuvo de golpe, lanzándola hacia delante con una fuerza alarmante. Un grito ahogado salió de sus labios, preparándose para el impacto. Pero antes de que pudiera golpear nada, una mano firme la tiró hacia atrás. Los brazos de Collin la rodearon, firmes e inquebrantables, atrayéndola hacia su pecho. Su voz, baja y serena, retumbó junto a su oído. —Ten cuidado. Se quedó paralizada durante una fracción de segundo antes de darse cuenta de que estaba apretada contra Collin. A medida que recuperaba la conciencia, inhaló el aroma fresco y vigorizante que emanaba de él, que le recordaba a un bosque en invierno. Tenía la esencia del aire helado de la montaña entremezclada con la frescura terrosa de los árboles de hoja perenne cubiertos de nieve, una fragancia relajante que le provocó una inexplicable sensación de calma. Pero bajo esa calma, su corazón latía tan violentamente que sentía que iba a salirse del pecho, y cada fuerte golpe resonaba en sus oídos. La voz de Collin, profunda y controlada, rompió el tenso silencio. —¿Qué ha pasado? ¿Por qué has frenado tan bruscamente? El conductor, con voz inquieta, explicó rápidamente: —Un gato callejero se ha cruzado en la carretera. Casi lo atropello. Linsey parpadeó confundida, con la respiración entrecortada mientras permanecía en los brazos de Collin. —Ya veo. Sigue conduciendo —dijo Collin con voz tranquila.