Capítulo 47: «Entendido». El coche volvió a avanzar lentamente. Se hizo el silencio, solo roto por la voz baja de Collin que flotaba sobre su cabeza. «Linsey, ¿cuánto tiempo piensas quedarte en mis brazos?». Se le cortó la respiración y, en un instante, se apresuró a crear espacio entre ellos, mortificada. No fue hasta que se movió cuando se dio cuenta de que había estado agarrándole la camisa, con los dedos enganchados en la tela sin siquiera darse cuenta. El calor le subió a la cara y apretó las manos con torpeza mientras buscaba algo, cualquier cosa, que decir. —Jewell, tus reflejos son realmente impresionantes —soltó después de una larga pausa—. Has frenado con mucha suavidad y has salvado a ese gato. Buen trabajo. Desde el asiento delantero, Jewell Ellsworth echó un rápido vistazo al espejo retrovisor y observó la expresión indescifrable de Collin antes de responder con una risa bonachona. —Gracias, señora Riley. Los años de experiencia en la carretera han agudizado mis instintos. Linsey se obligó a reír ligeramente, intentando disipar la incomodidad. Collin, con el rostro impenetrable, levantó ligeramente la cabeza. —Jewell, concéntrate en la carretera. —Por supuesto, señor —respondió Jewell de inmediato. Linsey se mordió el labio, sacó la lengua avergonzada y rápidamente se volvió, fingiendo estar completamente absorta en el paisaje que pasaba. Collin no se dejó engañar. Sabía exactamente lo que estaba pasando por su mente. Se le escapó una risita antes de decir con voz burlona: —¿Te has vuelto tímida? Anoche no estabas tan reservada. Al momento siguiente, Jewell levantó silenciosamente la mampara interior del coche. Linsey dudó, mirando a Collin con expresión confusa. —¿Ha pasado algo anoche? —Su voz apenas se elevó por encima de un susurro. Se mordió el labio y su tono se volvió más inseguro—. Estabas… raro esta mañana. ¿He hecho algo mal? Te lo juro, no recuerdo nada. Collin apretó la mandíbula y su expresión se ensombreció con algo afilado e indescifrable. —¿No recuerdas haber intentado desnudarme? —Su voz era baja, con un tono burlón. El sarcasmo le dolió. Linsey parpadeó, atónita, señalándose a sí misma con incredulidad. —¿Yo? —su voz se quebró—. ¿Desvestirte? —Negó con la cabeza furiosamente, como si intentara borrar físicamente la acusación—. De ninguna manera. Yo… yo nunca haría algo así. En cuanto las palabras salieron de su boca, Linsey vio cómo se ensombrecía la expresión de Collin, y cómo se acumulaban sombras en sus ojos. Ella dudó, tirando del dobladillo de la manga. —Lo digo en serio. No recuerdo nada —murmuró, con duda en su voz—. Alguien me dijo una vez que no se me da bien el alcohol, así que quizá… quizá perdí el control anoche. Collin giró bruscamente la cabeza hacia ella, entrecerrando los ojos con un brillo agudo y peligroso. —¿En serio? ¿Así que emborracharte y comportarte mal es algo que has hecho antes? Linsey vaciló, dándose cuenta de que quizá había cruzado una línea. Su voz se suavizó, casi disculpándose. —Solía beber con mis compañeros de piso a veces, pero después de una mala noche, no me dejaron volver a acercarme al alcohol. Se forzó a reír débilmente, aunque apenas alivió la tensión. —Pero no creo haberlos desnudado nunca. La mirada de Collin no vaciló, y su silencio la oprimía como un peso. Ella no mencionó a su exnovio, aunque la historia entre ellos se remontaba a años atrás. Probablemente habían compartido algo más que unas copas: aquellos años imprudentes e inquietos habían dejado espacio para momentos mucho más íntimos.