---- -(Estd segura de esto, doctora? Me ajusté la bata de sanadora y recogi mi portapapeles. -Absolutamente. Pasaron los meses. Me sumergi por completo en el trabajo, ampliando mis responsabilidades en el centro médico. Como ya no tenia que financiar el negocio fallido de Diego ni los costosos tratamientos de Oscar, mis ingresos crecieron notablemente. De vez en cuando me llegaban rumores sobre los exiliados. Fueron condenados a cinco afios de destierro. No pasé mucho tiempo hasta que supe que Raquel habia sido abandonada y asesinada por bandidos durante el viaje Diego y Oscar sobrevivieron cazando en los bosques, viviendo en un refugio improvisado. Los informes de los exploradores de la manada hablaban de un hombre envejecido y un nifio raquitico, enfrenténdose cada dia a la miseria. Oscar se enfermaba con frecuencia, mientras Diego apenas lograba mantenerse de pie. Escuchaba esas noticias con el mismo interés con el que uno escucha historias ajenas, distante, sin involucrarme. Mientras tanto, mi reputacién como sanadora crecia. Lobos de manadas lejanas acudian para buscar mi ayuda. Con el dinero que acumulé, no tardé en fundar mi propia clinica independiente, la primera en toda la regién. Los afios pasaron volando. Apenas recordé el aniversario de su exilio hasta que, una mafiana, Sara me lo recordé mientras revisébamos expedientes. ---- -Hoy pueden volver -me dijo en voz baja-. Hablo de Diego y Oscar. Esa tarde, uno de los guardias que habia contratado se presents. -Doctora -informé-. Hay dos personas en la entrada. Un hombre y un muchacho. Dicen ser Diego y Oscar Valdés. Sin levantar la vista de mis informes financieros, le respondi. =No los dejen entrar. Desde entonces, comenzaron a aparecer todos los dias. Llegaban al amanecer y se iban al anochecer, de rodillas frente a las puertas, sin importarles el frio, la lluvia o el hambre. -El chico no se ve bien -me comenté un guardia tras una noche especialmente helada =No es mi problema -le dije con indiferencia. Los dias se convirtieron en semanas. Pasé un mes entero con Diego y Oscar manteniendo su vigilia frente a mis puertas. De vez en cuando, al apartar ligeramente las cortinas, podia ver a un hombre demacrado y un nifio demasiado delgado, ambos vestidos con harapos y el rostro curtido por el viento y el frio. Oscar ya no era el nifio regordete y lleno de vida que alguna vez habia sido. La dureza del exilio lo habia transformado. Era mas alto, si, pero su cuerpo habia quedado consumido, y su expresién era la de alguien que habia tenido que madurar demasiado pronto. Diego parecia un anciano. Su cabello, salpicado de canas, y su postura encorvada hablaban de afios de penurias que lo habian envejecido mucho mas de lo que el tiempo por si solo podria haber hecho. A veces me detenia a observarlos tras la ventana, sin que me vieran. ---- No sentia pena, ni remordimiento. Solo una fria satisfaccion. Al final, cada uno habia cosechado lo que habia sembrado. Se decia que ellos permanecieron arrodillados frente a mi puerta durante un mes entero, pero jamds sali a verlos. Mientras tanto, mi vida seguia su curso. Mi clinica prosperaba como nunca, y me converti en la sanadora mas poderosa de toda la region norte, y mi nombre empez6 a ser mencionado con respeto y admiracién en todos los territorios, pero nunca gastaré ni un solo centavo en personas que no lo merecen
