---- profundos, y pronto nuestras manos comenzaron a explorar cada curva, cada rinc6n secreto, con una intencién audaz e inquebrantable. Senti el calor himedo de la excitacién recorrerme cuando se presion6 atin mas contra mi, y cada una de sus embestidas y caricias provocaba que tanto Alba como yo dejéramos escapar gemidos de placer al unisono. Nuestros cuerpos se movian en un ritmo perfecto, acompasados, entre el roce ardiente de piel contra piel y la mezcla de nuestras respiraciones aceleradas. Jadeaba y gemia mientras la cadencia de nuestra unién se intensificaba. Cada movimiento me sumergia mas profundamente en una oleada de estimulacién sensual Cada reclamacién explicita que pronunciaba y cada susurro intimo que me dedicaba enviaban estremecimientos por todo mi cuerpo, encendiendo mis sentidos hasta hacerme temblar. Sus labios se apoderaron de los mios, primero de manera dulce, y luego reclamandome con desesperacién. Nuestros lobos reconocieron esa llamada salvaje que nos habia unido desde el principio. Cuando desperté més tarde, ya no estaba a mi lado, pero el aroma de la cocina llenaba la casa, y podia escucharlo moviéndose entre ollas y sartenes Me estiré, sintiéndome mas relajada de lo que me habia sentido en dias. Quizé Diego tuviera raz6n. Tal vez necesitaba relajarme un poco con Oscar. Al bajar, encontré la mesa del comedor perfectamente puesta y una comida esperéndome. Diego incluso habia ordenado la sala. Este era la hombre que conocia: el que me cuidaba y me amaba. Decidi entonces que haria un cambio real. Este fin de semana ---- llevaria a Oscar de picnic. Solo los dos. Sin reglas, ni restricciones. Solo seria un paseo de madre e hijo. Tomé mi celular para contarle a Diego mis planes. Pero, justo entonces, vi un mensaje nuevo de mi mejor amiga, Isabel. Era un video grabado apenas una hora antes en una boutique de lujo del centro. Mi corazén se detuvo mientras lo veia. Raquel admiraba dos bolsos de disefiador. A su lado, Oscar sacaba una tarjeta bancaria familiar. -jTe los compraré, Raquel! -exclamé Oscar, con una voz ansiosa y feliz, igual que sonaba antes conmigo. La tarjeta negra que desliz6... era mia. Veinte mil délares, desaparecidos en un instante El teléfono resbalé de mis dedos entumecidos y cayé golpedndose contra la mesa.