---- Capítulo 9 Mi hermano permaneció inmóvil junto a mi cama de hospital durante casi tres horas, sin decir absolutamente nada. Solo se quedaba mirando mi rostro pálido y las máquinas que me mantenían con vida, con una mirada vacía que reflejaba algo más profundo que el agotamiento. Una enfermera entró para cambiar mi suero. - Alfa Esteban, debería descansar un poco. Le avisaremos si hay algún cambio. Ni siquiera reconoció su presencia, sus dedos seguían entrelazados con mi mano inerte, su pulgar trazaba distraídamente las cicatrices en mi mufieca, esas que le había ocultado desde mi regreso a casa. Parecía que el impacto de mi situación solo lo había afectado brevemente antes de sumirse en ese estado ausente. Cuando finalmente se levantó, sus movimientos eran mecánicos, desprovistos de su habitual elegancia segura. - Si despierta -le dijo a la enfermera con una voz que apenas reconocí-, llámeme de inmediato, aunque sea en medio de la noche. - Por supuesto, Alfa -respondió ella con un gesto ---- comprensivo. Él condujo a casa en silencio, con la radio apagada, siendo el único sonido el rítmico vaivén de los limpiaparabrisas luchando contra la lluvia. Al Ilegar, no fue a su habitación, ni siquiera a la cocina, a pesar de no haber comido en todo el día. En cambio, subió las estrechas escaleras hasta mi pequefio espacio en el ático y se quedó en la entrada, observando la austera habitación que me habían asignado. La bombilla desnuda proyectaba duras sombras mientras entraba lentamente, tocando el delgado colchón, el escritorio destartalado, pasando sus dedos por el techo inclinado que me obligaba a agacharme al estar de pie. -Esto no es una habitación - susurró para sí mismo-. Es otra celda. No había traído mucho conmigo del Centro de Rehabilitación, solo algunos cambios de ropa gastada y un osito de peluche algo sucio, con un ojo faltante y el relleno asomando por una costura. Lo tomó con reverencia, como si estuviera hecho de cristal en lugar de felpa barata de feria. Había sido un regalo de cumpleafios de su parte cuando ---- cumplí diez afios, apenas unos meses antes de que nuestros padres murieran. No era un regalo costoso, nada como la chaqueta de cuero personalizada o el reloj plateado que me había regalado en cumpleafios posteriores cuando tenía dinero, solo un oso de peluche que había visto en una máquina de garras cuando mamá nos llevó al parque de diversiones de la Manada después de la escuela. Había intentado ganarlo varias veces, metiendo moneda tras moneda en la máquina, quejándome frustrada cada vez que la garra metálica soltaba mi premio. Mamá había mirado su reloj, diciendo que se hacía tarde, y me había alejado a pesar de mis lágrimas. - A veces no conseguimos lo que queremos, Cielo -me había dicho-. Así es la vida. Pero a la mafiana siguiente, encontré el oso junto a mi almohada, su cuerpo de felpa todavía cálido por haber sido apretado con fuerza durante el camino a casa. Mi hermano estaba parado en la puerta, con círculos oscuros bajo los ojos y monedas aún apretadas en su pufio. - Gasté todos mis ahorros hasta que finalmente lo agarré -había dicho mi hermano, su rostro radiante de ---- orgullo a pesar de su evidente agotamiento- . Me tomó treinta y siete intentos y el duefio casi me echa cuando cerraron. -iEres increíble, hermano! - había exclamado, saltando de la cama para abrazarlo. Me había revuelto el pelo, con el pecho hinchado de orgullo. - jPor supuesto que lo soy! Puedo hacer cualquier cosa. Lo que quieras, te lo conseguiré. jTe protegeré para siempre! Eso es lo que hacenlos hermanos mayores. Pensé que había olvidado esa promesa, olvidado el oso y lo que representaba. Pero ahora, mientras sostenía ese osito de peluche, dándole vueltas en sus manos, su expresión se fue desmoronando más y más, hasta que lo presionó contra su rostro para ahogar un sollozo. Durante los siguientes tres días, mi hermano no volvió a visitarme al hospital. Pero contrario a su patrón habitual, tampoco visitó a Selena en su habitación de hospital, aunque la habían internado para observación después del "incidente". Selenalo lamó muchas veces, podía escuchar sus mensajes de voz cada vez más frenéticos resonando por la casa mientras él los reproducía en altavoz, con el rostro impasible. ---- -Esteban, mi amor, épor qué no contestas? Te necesito... el doctor dice que el bebé está bien pero estoy tan asustada... -iEsteban, por favor! He llamado a la oficina de la Manada y dicen que no has ido en días. ;Dónde estás? é Estás con ella? -iEsto es tan típico! jEstoy en el hospital Ilevando a tu hijo y me ignoras por esa hermana psicótica tuya! Mi hermano borró cada mensaje sin responder, murmurando entre dientes. -Mentirosa de mierda. Tenía razón: no estaba trabajando en absoluto, de hecho, no había salido de casa desde que regresó del hospital. Solo miraba ese osito de peluche cada día, dándole vueltas una y otra vez en sus manos, perdido en los recuerdos. Apenas comía o dormía. Se le formaron círculos oscuros bajo los ojos, su barba incipiente se convirtió en una barba descuidada. Al segundo día, hurgo en el armario de almacenamiento y sacó una caja polvorienta etiquetada con la palabra " FAMILIA"'. Dentro había viejas fotografías, cuidadosamente conservadas. Fotos de nuestra familia de cuatro: mamá con su brillante sonrisa, papá con sus fuertes manos sobre ---- nuestros hombros. Fotos mías creciendo: mi primera pérdida de dientes, mi primera transformación a los cinco afios (más temprano que la mayoría de los cachorros), el viaje de pesca donde atrapé una trucha más grande que la de papá. Todas las fotos que habíamos tomado juntos a lo largo de los afios estaban allí, cuidadosamente ordenadas en álbumes. El último álbum terminaba abruptamente con mi graduación de la secundaria, antes de que Selena entrara en nuestras vidas. Esa tarde, mientras ordenaba esos recuerdos, mi hermano recibió una Ilamada del investigador que había contratado. Lo puso en altavoz mientras continuaba examinando las fotos. - Alfa Esteban, hemos avanzado -informó el investigador - . Encontramos a la persona que tomó el collar de la clínica, fue un Beta Ilamado Marco, de la Manada de la Cresta Oriental. Admitió que una loba le pagó cinco mil dólares para conseguirlo. Dijo que ella le contó que era una reliquia familiar que se había quedado olvidada. Las manos de mi hermano se congelaron sobre una fotografía mía a los siete afios, sin los dientes delanteros. -iY? ---- - Rastreamos la transferencia bancaria hasta una cuenta perteneciente a Selena Rivera. Sin lugar a duda.
