Mimada por el despiadado jefe clandestino
El día en que Khloe Evans fue juzgada por su prometido, llovía a cántaros.
Llevaban cuatro años juntos, desde que se enamoraron hasta que se comprometieron. Khloe siempre había creído que él la amaba profundamente, y se imaginaba que su vida matrimonial sería maravillosa.
Pero el día de su boda, él la juzgó personalmente, influenciado por las palabras de su hermanastra.
Dentro de la sala del tribunal, silenciosa y solemne, el martillo del juez resonó, señalando el comienzo de un momento tenso.
«Khloe Evans, se sospecha que sobornó a jueces de la competencia, cometió fraude académico e intentó cometer homicidio. ¿Se declara culpable o no?»
Los ojos inyectados en sangre de Khloe estaban llenos de ira y desesperación mientras miraba a Eric Watson, su prometido. No pudo evitar burlarse.
La familia Watson era una de las más ricas e influyentes del país. Nadie se atrevería a ofenderlos por una don nadie como ella.
Khloe habló, sus palabras lentas y deliberadas. «No tengo nada que decir».
Siempre había pensado que Eric era el amor de su vida. Pero resultó que había estado teniendo una aventura con su hermanastra, Sloane Evans. Lo que es peor, le había robado sus logros académicos y ahora la acusaba falsamente de ser una asesina. Su crueldad no tenía límites.
¿Qué más podía decir?
El juez golpeó de nuevo el mazo y pronunció el veredicto.
«El tribunal sentencia a la acusada, Khloe Evans, a ocho años de prisión y a una multa de trescientos mil dólares».
El juicio concluyó y los guardias de la prisión escoltaron a Khloe. Cuando salió de la sala, Khloe se volvió y miró a Eric, que estaba sentado en el asiento de la demandante. Sus ojos ardían de profundo odio y furia.
Pasaron tres años.
«Khloe Evans, alguien ha pagado su fianza. Puede irse».
Al oír eso, Khloe levantó la cabeza, con el rostro pálido y conmocionado.