---- Capítulo 8 Seguí a Miguel hasta la prisión que había construido para mí. Desde ese día, me volví dócil y obediente, sin exigir nada. Como si realmente me hubiera convertido en un trofeo que lo amaba hasta perder mi propia identidad Al principio Miguel venía con frecuencia, pero gradualmente solo aparecía una vez por semana. Sin embargo, cada vez que me visitaba, sus ojos reflejaban una culpa más profunda. Esto se debía a que Ximena venía a causar problemas a mis espaldas. Él lo sabia, pero fingia no saberlo, porque las famílias Urquiza y Ruiz ya estaban profundamente unidas, y no podía permitirse ofender a esta heredera. Para compensarme, Miguel me enviaba valiosas joyas y bolsos. AAntes, los habria rechazado, pero ahora los aceptaba todos. Después de todo, acompafarlos en esta farsa era como sufrir un accidente laboral. Ese día, mi salud había mejorado bastante, así que salí con la excusa de visitar a Santiago. Sabía que Miguel tenía gente vigilándome, por lo que no mostré ningún comportamiento sospechoso. Pero en realidad, ya había tramitado secretamente un pasaporte para Santiago. También había renunciado a mi trabajo y me ---- preparaba para los exámenes de posgrado, planeando estudiar con Santiago en Australia y establecernos all Al regresar, apenas bajé del coche, escuché ruidos de cosas rompiéndose en el interior. Al entrar, vi a Ximena sentada en el sofá tomando café, mientras sus guardaespaldas destrozaban todo en la casa. Recordando mi próxima partida, me sentí animada y le dije: -Vienes cada dos por tres, Ximena, 4no te cansas? Ximena resopló: -Como no tengo que hacerlo yo misma, por supuesto que no me canso. -Entonces continúa -respondí. Dicho esto, me dirigí a la cocina. Miguel habia dicho que extrafiaba mi paella y vendría esta noche. Por eso, de camino a casa, habia comprado ingredientes en el supermercado. AAl ver mi actitud despreocupada, Ximena gritó furiosa: -;Agárrenta! Pero sus guardaespaldas no se movieron, mostrando expresiones incómodas. -Ximena, icrees que se atreverían a tocarme? -me burlé. -Miguel se casó contigo obligado por las circunstancias. ;Hace falta que diga quién es realmente su favorita? -Vivo aqui y hasta tus padres hacen la vista gorda. ; Tus guardaespaldas se atreverían a tocarme? Furiosa, Ximena me arrojó el café encima, con el rostro retorcido de ---- rabia y ojos Ilenos de resentimiento: -iMientes! iMiguel me ama a mi Y entonces, como si recordara algo, afiadió con aire triunfante: - Nunca te lo he contado, ;verdad? -EI día del cumpleafos de Miguel, me drogué a mí misma y amenacé con buscar a otro hombre para que me ayudara. -Pero é!| se negó, dijo que solo podía ser suya. Luego, me hizo suya hasta dejarme exhausta. -No dejaba de repetir mi nombre, decía que me amaba, que no podia vivir sin m. -Solo que yo era demasiado caprichosa, y comparada conmigo, tú eras más adecuada como su esposa. Con creciente satisfacción, continuó: -Así que decidií amenazar con saltar para obligarlo a elegir. -gCrees que Miguel no sabia que no saltaría? Claro que lo sabía, solo temia que tuviera un accidente. Mirando a Ximena hablar sin parar, comprendí que en mi vida anterior habia muerto porque su "juego" se había salido de control. Nunca tuvo intención de morir. Pero por su "juego", Santiago, mi pobre hijo y yo perdimos nuestras vidas. Pensando en esto, ya no me contuve y la empujé con fuerza. En ese momento, Miguel, que Ilevaba tiempo en la puerta, entró corriendo alarmado. Me apartó de un empujón, sostuvo a Ximena que habia caído en el ---- sofá y preguntó: -Ximena, zestás bien? Luego me miró furioso y me regafió: -jEstá embarazada! ;Cómo pudiste empujarla? -De qué te preocupas? -respondí sin expresión-. Detrás de ella está el sofá, no el suelo frío. Su hijo estará bien. Quizás fue mi frialdad de hoy, tan contraria a mi docilidad y amabilidad de las últimas semanas. Una inquietud invadió el corazón de Miguel. Recordó lo que Ximena acababa de decir y, abatido, extendió su mano para alcanzarme. Pero le lancé los ingredientes que había comprado. En un instante, quedó empapado de mariscos -iMiguel! -gritó Ximena. Lo miré con una sonrisa fria: -Qué patética soy, todavia queria cocinarte. Miguel, se acabó entre nosotros..
