Capítulo 12: Su voz temblaba mientras hablaba, y sus ojos brillaban con lágrimas contenidas. La mención de Kyla pareció sacudir a Noah de su ensimismamiento. Extendió la mano, acunó el rostro de Sadie entre sus manos y le secó las lágrimas con ternura con el pulgar. Su voz era un susurro suave, tratando de calmarla. «Vamos, vámonos a casa». «¿A casa, a qué? ¿A verte hacer de amante devoto con ella?», preguntó Sadie con voz quebrada, su determinación desmoronándose. Se acercó más, con la mirada fija en él, una súplica silenciosa en los ojos. «Noah, ¡te he amado incondicionalmente durante diez años! Sin embargo, nunca he tenido un lugar en tu corazón. He sacrificado mis sueños, mi autoestima… Sé que no puedo exigirte tu amor, pero ¿de verdad tienes que ser tan cruel? Yo también sufro, ¿sabes?». Las lágrimas caían en cascada por sus mejillas, cada gota reflejando su corazón roto. Noah, tomado por sorpresa por su vulnerabilidad, se sintió perdido. Un peso enorme parecía oprimirle el pecho, robándole el aliento. —Sadie… Su corazón ansiaba consolarla, pero por más que lo intentaba, las palabras se negaban a salir de sus labios. «Noah, por favor, vete. No puedo soportar verte ahora mismo». La voz de Sadie estaba teñida de un dolor palpable. Le dio la espalda, en un claro gesto de rechazo. Noah se quedó allí, con la mirada fija en sus rígidos hombros, mientras el silencio se extendía dolorosamente entre ellos. Después de un momento que pareció una eternidad, se dio la vuelta y sus pasos resonaron en el pasillo. El sonido de la puerta cerrándose detrás de él sonó definitivo, un clic resuelto que cortaba sus lazos. Apoyándose contra la pared, Sadie se deslizó hasta el suelo, con el rostro hundido entre las rodillas mientras los sollozos sacudían su cuerpo. La cruda realidad se instaló en su corazón: Noah nunca comprendería realmente la profundidad del dolor que le había infligido. Afuera, el aire fresco de la noche no ayudaba a despejar los pensamientos turbulentos de Noah. Sonó su teléfono y la voz de Kyla flotó con un tono burlón. —Noah, ¿puedes pasar la noche conmigo, por favor? El hecho de que él no hubiera hecho ningún movimiento hacia ella era lo que más la inquietaba. A pesar de sus evidentes intenciones, Noah respondió con firmeza: —Descansa, Kyla. Hablaremos mañana en la oficina. —Pero Noah… La voz de Kyla era una mezcla de decepción y persistencia. «Estoy conduciendo. Hablamos luego», interrumpió Noah, terminando la llamada con brusquedad. Al otro lado, Kyla entrecerró los ojos, con el mensaje del investigador privado que había contratado grabado a fuego en su mente. Se estaba gestando un plan peligroso. A la mañana siguiente, al llegar a la oficina, Sadie se encontró inmediatamente con las miradas curiosas y los murmullos de sus compañeros. Su relación con ellos dio sus frutos cuando uno de ellos la apartó y le susurró: «Sadie, deberías ver lo que han enviado al chat del grupo de la empresa». La inquietud se apoderó de Sadie mientras levantaba el teléfono. Entre el aluvión de mensajes, encontró el correo electrónico anónimo: imágenes que captaban momentos entre ella y Noah y, para su sorpresa, una con Alex. Mientras los susurros se arremolinaban a su alrededor, Sadie sentía el aguijón de cada palabra como una bofetada. Compañeros con los que apenas interactuaba la pintaban como la villana de un escandaloso triángulo amoroso, tachándola de seductora y amante. Los comentarios eran mordaces, llenos de desprecio. Agradecida por el aviso, Sadie dio las gracias rápidamente y no perdió tiempo en dirigirse directamente a Samuel.