Capítulo 14: Ella le devolvió la mirada con un silencio gélido antes de darse la vuelta bruscamente y salir de la sala de descanso. La oleada de emociones que la invadió era demasiado fuerte para soportarla; el estómago se le retorció, provocándole náuseas. Tambaleándose hasta el baño, Sadie se inclinó sobre el lavabo, con el cuerpo convulsionado mientras vomitaba, cada arcada dejándola más mareada que la anterior. —¡Sadie! —gritó Noah, su voz resonando ligeramente en los azulejos del baño. La había visto marcharse con tanta determinación que no podía quitarse de la cabeza la sensación de que algo iba muy mal. Su instinto lo había guiado hasta allí, hasta encontrarla en apuros. Estaba enferma, y era más grave de lo que él había pensado. De repente, los recientes cambios de humor de Sadie cobraron sentido para él, pero ella seguía ajena a sus pensamientos, con la mente pidiendo a gritos estar sola. En su desesperación, Sadie vomitó aún más y no pudo articular palabra. Solo pudo agitar débilmente la mano, indicándole que se marchara. La expresión de Noah se ensombreció con preocupación y, sin dudarlo, le tomó la mano temblorosa. —¡No estás bien! ¡Déjame llevarte al hospital! —declaró con voz entre imperativa y preocupada, sin dejarle espacio para discutir. A medida que recuperaba lentamente la compostura, lo último que Sadie quería era que Noah descubriera su embarazo. Apartando la mano, respondió con voz tensa: «Estoy bien. Probablemente sea algo que no me ha sentado bien, no es nada grave. Wall, por favor, un poco de decencia, ¡estamos a punto de divorciarnos!». Sus palabras parecieron pasar desapercibidas para Noah, que estaba concentrado en la reluciente limpieza del fregadero. Sadie no vomitó nada. ¿Estaba realmente embarazada? No, eso no podía ser. Era meticuloso, siempre cauteloso con los tiempos y la protección. La sola idea le parecía ridícula. En ese momento, su teléfono rompió el silencio, y su timbre atravesó la tensión como un cuchillo. Era una llamada de Kyla. —Noah, ¿dónde estás? ¡Has desaparecido sin decir nada! Hay un contrato importante esperándote. ¿Puedes venir a echarle un vistazo? Noah miró a Sadie, que le dedicó una débil sonrisa tranquilizadora. —No retrase el trabajo por mí, señor Wall. —Cuídese —murmuró Noah, guardándose el teléfono en el bolsillo y volviéndose a regañadientes para marcharse. Sadie lo siguió con la mirada hasta que desapareció de su vista, y sus piernas se doblaron bajo su peso y se derrumbó en el suelo, jadeando en busca de aire. Una sensación de urgencia la invadió. No podía perder más tiempo: tenía que divorciarse y marcharse cuanto antes. Si se quedaba, si Noah descubría la existencia del niño, sería demasiado tarde. Sadie respiró hondo, con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho. El taxista vio su rostro pálido por el espejo retrovisor. Frunció el ceño, preocupado, y le preguntó: —Señorita, ¿se encuentra bien? ¿Quiere que la lleve al hospital? —No, gracias —respondió Sadie, con un hilo de voz, mientras esbozaba una débil sonrisa. La sola idea de ir al hospital le heló los huesos. Era demasiado peligroso. Ir allí podría destapar su secreto. El repentino sonido de su teléfono rompió el silencio, haciendo que su corazón diera un vuelco. Ver su nombre en la pantalla le provocó una oleada de miedo. Su corazón se detuvo por un instante. Estaba dividida entre el temor y el deseo de desaparecer.