Capítulo 34: Una ola de irritación la invadió mientras apretaba los labios y murmuraba: «Noah, lo siento. No lo pensé bien». Noah ignoró la disculpa de Kyla y centró su atención en Sadie, que parecía seminconsciente y pálida en sus brazos. Sus ojos se oscurecieron con preocupación mientras la guiaba suavemente hacia la sala privada. Kyla observó la figura de Noah, con los puños tan apretados que las uñas se le clavaban en las palmas, causándole dolor sin que se diera cuenta. Kyla estaba decidida a ganar a Sadie, costara lo que costara. Dentro de la sala privada, una atmósfera opulenta pero inquietante envolvía el espacio. La lámpara de araña de cristal proyectaba un brillo fantasmal sobre la mesa de caoba pulida, intensificando el aura inquietante de la habitación. —La gente alaba la brillantez de la señorita Hudson en el Wall Group, pero hoy veo que no tiene nada de especial. Platt, con su amplio estómago rozando el borde de la mesa, hablaba con evidente desdén y tono burlón. Marvin Valdez, que estaba sentado a su lado, se unió con entusiasmo, con los ojos brillantes de diversión. —He oído que ha cerrado acuerdos millonarios por su cuenta, ¡demostrando al mundo que es tan despiadada y astuta como cualquier hombre en este juego! A pesar de su reputación, ¡ni siquiera aguanta el alcohol! ¡Ja! Las mujeres deben quedarse en casa criando a los hijos, no metiendo las narices donde no les incumbe en el mundo de los negocios. Quiere jugar en las grandes ligas, pero ¿una copa la deja fuera de combate? ¡Patética! Mack, que había estado hirviendo en silencio de irritación, no pudo contenerse más. Su voz se quebró por la emoción cuando intervino: —¡Sr. Crawford, modere sus palabras! Platt, imperturbable, miró a Mack con condescendencia y lo despidió con un gesto despectivo. —Oh, vamos, Mack. Lo entiendo, es el instinto de un hombre defender a una mujer que admira, pero no dejes que eso te impida ver la realidad. Si mimas demasiado a una mujer, se derrumbará en cuanto se enfrente a la realidad». Se inclinó hacia él y bajó la voz hasta convertirla en un susurro malicioso, cargado de insinuaciones. «Y no olvidemos que algunas mujeres son maestras en el arte de la manipulación: mantienen una fachada de inocencia mientras, astutamente, avanzan en sus propios planes entre bastidores». La risa se extendió por el grupo, pero Mack no cambió de expresión. «El señor Crawford tiene toda la razón. Hoy en día, una cara bonita no es solo una bendición, es un trampolín. Te hace preguntarte a qué trucos sucios recurren para ascender tan rápidamente». «¡No podría estar más de acuerdo! Algunas mujeres fingen ser santas a la luz del día, pero en cuanto se cierran las puertas, saben exactamente cómo seducir a su presa». A medida que sus risas se hacían más fuertes y desagradables, una voz aguda y fría atravesó la cacofonía. —A ver si lo entiendo: según usted, señor Crawford, ¿las mujeres del Wall Group son solo un adorno? La sonrisa de Platt se congeló en su rostro mientras se giraba hacia la puerta. Allí estaba Noah, con su silueta recortada por las elegantes líneas de un traje oscuro que acentuaba su imponente presencia. Sus rasgos eran afilados y su expresión gélida mientras observaba la sala con una mirada tan fría que parecía bajar la temperatura. La fuerza de su llegada provocó un escalofrío palpable entre los asistentes. Lo que realmente los dejó sin palabras fue el hecho de que estuviera allí, sosteniendo a Sadie, la misma mujer a la que acababan de menospreciar. Con las mejillas enrojecidas, Sadie se apoyó aturdida contra su pecho, y su proximidad desprendía una intimidad innegable. Los murmullos llenaron la sala, y la arrogancia anterior se convirtió en susurros de confusión. ¿No era Kyla la que todos decían que era la novia de Noah? ¿Por qué demonios estaba él de repente haciendo de héroe por una maldita secretaria?
