---- Capítulo 10 Perspectiva de Sabrina Cuando aterrizamos, Ana ya me esperaba en la pista, sonriendo como cuando éramos nifias y nos colábamos en la ofi nuestra madre. -Ay, cuánto te extrafié, cariio -susurró, envolviéndome en sus brazos. Su abrazo fue fuerte, familiar y reconfortante. Luego levantó a Ely, cubriéndola de besos en las mejillas. -iY Ely! gExtrafiaste a tu tia? -iTe extrafié! -rio Ely, abrazando el cuello de Ana Sonreí, al igual que ellas. Y en ese momento, todo se sintió bien. -iLa seforita Sabrina ha vuelto! La mansión resonaba con emoción cuando crucé las puertas. El personal y las criadas se arremolinaron con vítores, aunados a abrazos cálidos, dándome la bienvenida como si nunca me hubiera ido. -Vamos -nos instó Ana, entrelazando sus dedos con los míos-. Mamá mandó preparar comida suficiente como para trescientas personas, ya sabes cómo es. La mansión Márquez estaba tal como la recordaba; grandiosa, dorada, pero envuelta en calidez. No necesitaba demostrar nada, ---- simplemente era. Y cuando la vi, a mi madre, me quedé paralizada. Se veía igual, fuerte, bella e inquebrantable. La mujer que nos crio sola tras la muerte de papá, que construyó un imperio solo con su coraje, rabia y genialidad. La razón por la que el nombre Márquez se temia en cada rincón de América, desde nuestros casinos en Las Vegas hasta nuestras líneas de envío, pasando por las rutas comerciales silenciosas, pero implacables, que manteníamos fuera de los titulares. Me abrazó, y por primera vez en mucho tiempo... me permití sentirme pequefia y segura. -Te extrafié, pequefia -susurró, con la voz quebrada mientras me apretaba -Yo también te extraõié, mamá. Estaba en casa. La cena fue espléndida; plato tras plato de manjares cuidadosamente preparados, cosas que no habia probado desde el dia que me fui. Ely se sentó a mi lado, con los ojos abiertos de par en par, absorbiendo cada nuevo sabor, cada nueva historia. Y cuando la mesa se quedó en silenció, se inclinó y me susurró al oído. -Marni... este lugar es mucho mejor que nuestra antigua casa. Rei suavemente. -Claro que sí. Tu abuela y tu tía te quieren mucho, carião. Ella dudó. -; Volveremos a nuestra antigua casa? ---- La miré a los ojos, aparté un mechón de su frente y negué con la cabeza. -No, carifo. Nunca volveremos. Ella sonrió. Esa sonrisa brillante y cegadora que hacía que el pasado pareciera más ligero, y el futuro una promesa. Habia pasado los últimos días haciendo solo una cosa: respirar, respirar de verdad. Sin la ansiedad oprimiéndome el pecho, ni el frio peso de la traición siguiéndome en cada paso. Solo disfrutando del cálido sol, las risas famíiliares y la paz. Hasta que la criada entró corriendo. -Seforita Márquez -dijo, sin aliento-. Hay un hombre en la puerta. Dice que es su esposo y que necesita verla Arturo. Así, al instante, la calma se esfumó, se evaporó en un segundo. Apreté la mandíbula, y la vieja rabia volvió, enroscándose en mí como humo. i Qué demonios hacía aqui? Me alisé el vestido, enderecé los hombros y me dirigí hacia la puerta principal, pero antes de Ilegar, escuché la voz de Ana; aguda, letal y gloriosamente sin filtros. -iCómo te atreves a aparecer aquí, Arturo? -le espetó-. Confié en ti con mi hermanita. ;Y esto, esto es lo que hiciste con esa confianza? ---- No había suavidad en su tono, solo fuego. -No vengas arrastrándote como un animal herido. Nosotras, las Márquez, no necesitamos lástima. Y desde luego, no necesitamos a los Vélez. Rio con frialdad. -Oh, ahórrame esa cara patética. Si sabías que estabas cometiendo un error, tal vez, solo tal vez, no debiste haberlo cometido. Escuché el clic. -Ahora, antes de dispararte y plantar un jardín sobre tu cuerpo, sal de nuestra tierra. Mi hermana no necesita verte, pedazo de mierda. Luego, escuché la voz de Arturo, enfadada y a la defensiva, pero aún intentaba hacerse la víctima. -Solo quiero hablar con Sabrina y ver à Ely. No pueden prohibirle a un padre ver a su hija, o a su esposa. Me puse a la vista. -Ana, yo me encargo. Ella se giró, me lanzó una mirada que era a la vez una advertencia y muestra de apoyo, después apretó mi mano y se alejó. -Estaré cerca -susurró. Entonces quedamos solos. Arturo parecía un desastre; no Ilevaba ropa de disefiador, sin encanto pulido. Su camisa estaba arrugada y manchada, con el rostro sin afeitar, el cabello sucio y alborotado. No se parecía en nada al hombre que una vez gobernó el mundo mafioso de Nueva York con una sonrisa y un Rolex. -c Qué quieres? -pregunté con frialdad-. Creo que fui muy clara en mi último mensaje. Ya no tienes que preocuparte ni por Ely ni por m. ---- Parpadeó, como si las palabras le dolieran. Quizá así fue, pero no lo suficiente. Abrió la boca, se veía enojado, no arrepentido. -zEntonces qué? ; Tu hermana te dijo que te fueras y lo hiciste? zAsí te criaron, Sabrina? ; Simplemente huyes sin despedirte? Se acercó. -Ely sigue siendo mi hija. Soy su padre y tengo derechos, merezco saber dónde está. Sus siguientes palabras fueron una orden, no una petición. -Ven a casa conmigo, lo dejaré pasar esta vez, pero no creas que seré tan generoso cada vez que actúes así. Casi me reí, de verdad creia que yo era la que le debia algo. Cuando intentó tomar mi mano, se la aparté con un fuerte manotazo. -Debes haber olvidado dónde estás -dije, con la voz baja y Ilena de veneno-. Este es el terreno de mi família. Y Arturo Vélez, tú solo eres un intruso. -Si doy la orden, los guardias te arrastrarán de vuelta al aeropuerto con las costillas rotas. Así que, a menos que planees sangrar en suelo Márquez, te sugiero que cuides tu tono. Me observó, atónito. Como si nunca hubiera imaginado que podría mirarlo así, sin nada más que desprecio en mis ojos. -Si has terminado -dije con frialdad-, puedes irte. -Yo... -vaciló, luego respiró hondo-. Por favor escúchame, vine a disculparme. Su voz bajó a algo más suave, casi lastimero. -Yo... fui demasiado lejos. Con Beatriz y con todo. Tenías razón en enojarte. Solo... por ---- favor, Sabrina, perdóname. Vuelve a casa, nunca cometeré el mismo error otra vez. Lo miré. De verdad, lo miré. Y casi me reí de su audacia, del engafio.
